¿Cultura Popular?

por | OPINIÓN

En numerosas ocasiones, se suele hacer alusión a la denominación alta cultura y baja cultura. Cuando nos referimos a “baja cultura”, en realidad estamos poniendo de manifiesto la cultura popular. La cultura del pueblo, al margen de unas élites gobernantes o económicas con capacidad de producir cultura desde arriba.

Manifestación Buenos Aires, febrero 2016

Manifestación Buenos Aires, febrero 2016

El problema surge, no solo cuando intentamos definir la palabra pueblo -lo cual es bastante ambiguo- sino también cuando queremos definir el concepto de cultura. Analizando al autor Raymond Williams, obtenemos tres definiciones: la primera se refiere a un proceso general de desarrollo intelectual, espiritual y estético, como el nivel de desarrollo que tuvieron los grandes nombres del siglo de Oro en la península ibérica a partir del “descubrimiento de América”, por ejemplo. La segunda hace referencia a los modos de vida que se tiene de un pueblo. Como por ejemplo podría ser el cómo dentro de un país se juega al fútbol o a cualquier otro deporte, o a dónde se va la gente de vacaciones y el cómo se disfruta de ellas. La tercera acepción, tiene más que ver con la producción de los significados culturales. Aquí lo que prima es la producción y la práctica intelectual y artística para producir significados. Es decir, la producción cultural a través de la novela, del baile, del cine, de la poesía, etcétera.

Pero entonces, ¿qué es la cultura popular? La cultura popular es la cultura relacionada con la gente. Pero como “gente” es algo indeterminado y ambiguo, aquí la referencia viene a determinar mayormente aquello relacionado con muchas personas y que normalmente no forman parte de las élites económicas y/o políticas. Sino que más bien están al albur de una clase privilegiada, que realmente son los creadores culturales, al menos a ojos de Antonio Gramsci cuando decía que la cultura de la clase dominante es la cultura de la clase dominada. Por tanto, existen varias acepciones de lo que puede o no significar la cultura popular. Desde este artículo, lejos de posicionarnos ideológicamente -por supuesto- nos decantaremos por aceptar que el término cultura popular existe en contraste con el término “alta cultura» (high culture), Por ende, la cultura popular es la cultura inferior (low culture).

Carnaval brasileño en Pernambuco

Carnaval brasileño en Pernambuco

Si existe una cultura popular (popular culture), es porque existe otra superior y privilegiada que impone su cosmovisión del mundo político al resto de los ciudadanos. La cultura popular es aquella que puede ser producida por las condiciones de vida “permitidas” y derivadas de la alta cultura. Las élites, en general, conforman y delimitan un mundo político, mientras aquellos que no tienen poder ni posibilidad de tal conformación, han de conformarse con la imposición de aquellos otros. Es necesario advertir que tales fronteras no están nunca claras ni objetivamente delimitadas.

Existe también, otra acepción bastante relevante y reveladora al respecto de la argumentación. Hablamos de la cultura popular como cultura comercial (commercial culture) al respecto del postmodernismo a partir de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo a partir de la década de los 70. Pero, y ¿por qué ocurre esto? Veamos. A partir de la Segunda Guerra Mundial se empiezan a instaurar no solo los Estados del Bienestar, sino también un libre mercado imperante con una propagación de la propaganda comercial como instrumento de venta.

Es decir, tras las horrorosas experiencias de las dos guerras mundiales, y los auges del fascismo y del comunismo, se llega a un acuerdo expreso y tácito a la vez, donde no se renuncia a la economía de mercado pero se mitigan sus efectos perniciosos con los Estados del Bienestar como herramienta de igualdad de oportunidades y ascensor social. Por tanto, la cultura popular se vuelve una cultura comercial, y sí, derivado de aquellas élites con capacidad de producción industrial y comercial -entiéndase en el más amplio sentido de las palabras-. Imaginemos por ejemplo, la sociedad de consumo y sus anuncios publicitarios o la cultura derivada de la música pop, rock, etcétera.

Comienza la era postmodernista. Superando las sociedades liberales surgidas de las revoluciones burguesas francesa y americana del XIX. Esta acepción postmodernista de la cultura popular, rechaza por tanto la división de “alta cultura” y “baja cultura” al establecer una igualdad de oportunidades y unos regímenes democráticos donde “supuestamente” todos y cada uno de nosotros tiene la capacidad y la oportunidad de convertirse en “alta cultura”. Pero, ¿es realmente esto así? Veamos ahora una aproximación marxista, en relación a como cambian las sociedades y su cultura a través de la innovación. Haciendo alusión al propio Karl Marx, las sociedades cambian debido de la innovación tecnológica, de las relaciones económicas y de los modos de producción derivados de dicha innovación.

Las llamadas revoluciones burguesas, siendo el ejemplo más representativo la Revolución francesa de finales del siglo XVIII -y la americana-, hicieron aparición debido a la incompetencia del Estado absoluto para mantener unos recursos económicos que la clase burguesa veía necesario liberalizar en aras de obtener mayores beneficios de sus trabajos. Actualmente, esa liberalización para producir, conlleva una búsqueda del rendimiento y la efectividad productiva basada en el propio ánimo lucrativo, que se traduce en nuevas tecnologías que permiten el beneficio económico, aumentar la productividad y un cambio cultural en el modo en que los seres humanos nos relacionamos con las nuevas innovaciones. El liberalismo es una doctrina política de especial relevancia en cuanto a la invención y al acceso. He aquí dos ejemplos de innovación tecnológica: la electricidad y las tecnologías de la información y la comunicación.

La electricidad como innovación tecnológica se institucionalizó en la segunda mitad del siglo XIX, y trajo consigo numerosos cambios económico-productivos, así como culturales. A raíz de este descubrimiento fue posible aumentar las horas de luz en donde los humanos podían mejorar su rendimiento tanto laboral como cotidiano. Las fábricas se volvieron más productivas, incrementando y flexibilizando las jornadas laborales, surgieron nuevas máquinas-herramienta y técnicas derivadas de la electricidad, y en general, el sistema capitalista tal y como hoy lo conocemos depende de la electricidad. Esta tecnología ha permitido la evolución del actual sistema económico que, a su vez, nos ha condicionado culturalmente y ha hecho que nuestra sociedad a nivel internacional haya cambiado tal y como indicaba Karl Marx.

Grupo de hombres bailando en Filipinas

Grupo de hombres bailando en Filipinas

El descubrimiento y el desarrollo de internet en la segunda mitad del siglo XX, ha sido otro de los hitos que ha cambiado nuestra cultura a nivel internacional. Tanto es así, que la globalización no podría entenderse como tal sin el desarrollo de internet y, además, de la progresiva tecnificación de los teléfonos móviles que permiten poder disponer y llevar internet con nosotros para una comunicación con el resto del mundo de forma cuasi-instantánea. Este hecho es especialmente relevante no solo en las relaciones interpersonales sino también, políticamente hablando. Pues, hoy los ciudadanos participan más activamente en política y en los procesos informativos. Somos capaces de estar informados sobre acontecimientos que han ocurrido en la otra punta del mundo como si estuviéramos físicamente en él. Es decir, los contactos culturales se estrechan y las distancias físicas se reducen, por lo que, las culturas afines se homogeneizan y las imperantes absorben a las menos afianzadas.

Las emociones se sensibilizan y magnifican. También la empatía, claro. Podemos aprender de forma autónoma casi cualquier área de conocimiento, contrastar diferentes lenguas y culturas con la nuestra, y un sinfín de posibilidades accesibles a través de una fuente casi inagotable de información. Lo cual nos cambia culturalmente a unas formas más confortables de trabajar, de producir, de comunicarnos y de movernos por el mundo. Y de sentirnos y pensarnos políticamente.

Pero a colación del tema que nos concierne, como es la cultura popular, esta revolución tecnológica donde nos encontramos inmersos, al hacer posible la comunicación y la información a nivel mundial y a una instantaneidad casi inmediata, la distancia cultural entre las diferentes culturas mundiales se va aproximando hasta que poco a poco se va configurando una cultura más internacionalizada y conviviente. Pero, ¿quiénes o qué es realmente lo que crea y produce cultura, y condiciona el modo actual de vida que tenemos?

Todo lo visto hasta ahora en torno a las dimensiones culturales de cambio de las sociedades en relación con la innovación tecnológica y el choque entre “baja cultura” y “alta cultura” -si es que existiese-, es una reflexión bajo unos paradigmas teóricos de algunos autores, como se ha indicado. Tales concepciones han de plantearse como un punto de partida para el pensamiento y el debate, y nunca bajo tildes deterministas. Pues de ser así, estaremos condenados al fracaso y al bloqueo del progreso intelectual.