El federalismo se basa en un individualismo social y cultural dentro de una nación. Defiende la diversidad de todas las identidades culturales existentes dentro de un Estado sin establecer culturas dominantes ni diferenciadas, aunque sí bajo la premisa de una identidad que represente a todas, la nacional.

El federalista, escrito en favor de la Constitución de EEUU

El federalista, escrito en favor de la Constitución de EEUU

Para entender el federalismo, es preciso entender la relación entre Estado y nación, además de sus significados. Simple y llanamente, el federalismo es una unión de entidades e identidades culturales organizadas entre sí para la conformación de un Estado, es decir, un Estado federal. Más allá de esto, tendríamos la confederación de Estados, como por ejemplo, la Unión Europea. Una confederación de Estados soberanos unidos y regulados bajo una legislación común.

Pero volviendo al caso que nos ocupa del federalismo, el objetivo del mismo ha de ser la conformación de un Estado con diferencias culturales, lingüísticas, etnográficas, etcétera. Pues de no ser así, estaríamos hablando de naciones las cuales aspiran a crear un Estado propio para cada una de ellas, aspiran a la independencia y a la creación de un Estado-Nación. Por ello el federalismo, por mucho que pretenda la igualdad sin sumisión entre culturas, ha de subsumirse (todas las identidades culturales) a otra que si no es superior, al menos debe ser común y compartida por todas y cada una de las culturas conformantes. No queda otra.

El nacionalismo, como ya hemos explicado en el artículo de “El Nacionalismo”, es una ideología fina que no puede explicar todos los fenómenos políticos, como la economía, por ejemplo. Es una ideología de base identitaria que atiende a quiénes son los que conforman una comunidad política dentro de un territorio. Es una comunidad imaginada. Quiénes son los ciudadanos de un país y quiénes no. Tal conformación de las comunidades han ido surgiendo en consecuencia de “los otros”, los extranjeros. A través de las invasiones y conflictos entre territorios, pero también dentro del propio territorio, como es el caso de la Revolución francesa (en este caso los extranjeros eran los que no compartían los ideales de la revolución). Pero como regla general las comunidades imaginadas han creado su imagen y semejanza sabiendo primero quiénes no eran. Es decir, no sabemos lo que somos pero sabemos lo que no somos, para después saber lo que realmente somos.

Leviatán, libro de Hobbes sobre el absolutismo del rey

Leviatán, libro de Hobbes sobre el absolutismo del rey

En la Guerra de Independencia de las Trece Colonias norteamericanas contra el Reino Unido, los norteamericanos no querían ser británicos, querían ser independientes y conformar su propia nación. En la Guerra de Independencia española, se dice y fue cuando surgió la nación española en contra del enemigo extranjero francés, quedando patente en la soberanía nacional de las Cortes de Cádiz de 1812. En la Guerra franco-prusiana de 1871, fue cuando se unificó Alemania, una unión de diferentes Estados en torno al reino de Prusia.

Por tanto, el nacionalismo significa homogeneización de diversa índole. La cual el Estado -los reinos de la época- poco a poco ha llevado a cabo a raíz del siglo XV con el descubrimiento de América, para proteger su economía, su comercio y su mercado. Ha ido cerrando fronteras e implementando una homogeneización cultural, lingüística, e identitaria que ha dado como resultado revoluciones en contra del rey o guerras de independencia, para el surgimiento de las naciones.

El Estado moderno, esto es, un ente político-administrativo con capacidad de ejercer un poder a una ciudadanía dentro de un territorio, significa centralización más que homogeneización. Aunque una cosa lleva a la otra con el paso de los siglos, claro. Significa centralización del poder, en un poder soberano, el rey. Y esta centralización del poder resultó en legislaciones, en lenguas, y en culturas comunes. Aunque no por ello significa que tuviera que existir la nación, la comunidad imaginada. Los individuos no eran ciudadanos, como pasará con la soberanía nacional, el poder de la nación. Los individuos eran súbditos del rey, que era el que ostentaba la soberanía, la fuente del poder.

Surge de este modo el federalismo. Como una reivindicación de la división territorial del poder basado en una poliarquía (varios gobiernos) y en una defensa del individuo frente a la soberanía, el poder central del Estado. El federalismo pretende mantener un equilibrio de poderes territoriales además de una división del mismo. No solo la división de poderes de corte liberal, poder ejecutivo, legislativo y judicial, sino también poderes intra estatales con competencias regionales ejercido en instituciones propias que encarnen la idiosincrasia de los regionalismos. Una idiosincrasia que no ha de subordinarse a la de la nación. Aunque como hemos visto al principio, al menos también ha de encarnar ésta.

Tratado de Westfalia por el que se establecen las soberanías de los reinos

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El federalismo es un modelo de división territorial que pretende dividir el poder pero también compartir. Pretende, a través de unas reivindicaciones modernas, defender al individuo frente al Estado absoluto y centralista, y por tanto, frente a una nación homogénea. Tales reivindicaciones tienen que ver con la división del poder medieval. Pues antes del siglo XV, del descubrimiento de América, y de la crisis del feudalismo, existía una poliarquía basada en instituciones y poderes territoriales entre los diferentes señores feudales. Una vez el rey soberano absorbió todo el poder, el individuo se vio solo frente al Estado primero, y frente a la nación después.

Por tanto, un Estado federal debe tener una identidad común y compartida por las demás federaciones. Un Estado nacional culturalmente homogéneo pero que a su vez integre simétricamente las demás identidades que lo componen. La nación es soberana, de donde emanan los diferentes poderes del Estado, pero que a su vez se comparte el poder territorialmente y de forma bilateral, importante. Y donde no debe estar en juego la unidad nacional, muy importante.

Ahora bien, ¿significa esto que en aquellos países donde existan fervientes y reivindicativas identidades culturales -como España, por ejemplo-, el federalismo puede ser una solución a los regionalismos independentistas? Pues todo depende. Porque al fin y al cabo, el federalismo significa más autonomía. Pudiendo desembocar en la reivindicación y defensa de querer aún más, hasta llegar a la independencia. Y por otro lado, también puede suponer un agravio comparativo entre las demás regiones que todavía no han activado el sentimiento federalista. En cualquier caso, todo dependerá de si tal sentimiento incluye la indisoluble unidad de la nación, o si por el contrario, el sentimiento federalista se vuelve nacionalmente independentista.