El imperialismo europeo en Medio Oriente – Parte 2
El auge del antisemitismo del siglo XIX en Europa, propició incesantes migraciones hacia Palestina. Primero, bajo el poder del Imperio Otomano, y segundo, cuando Palestina pasó a manos británicas en 1922.
En memoria de Lawrence de Arabia
Los británicos favorecían la inmigración hacia Palestina. Era una herramienta del imperialismo europeo en Medio Oriente. Una vez allí, los nuevos colonos judíos seguían con su objetivo de la adquisición de terrenos y establecimiento de negocios en detrimento de la población árabe, la cual obtuvo una paulatina precarización. Para hacernos una idea del censo poblacional: en 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la población de Palestina se dividía en 79,5% de musulmanes; 11,6% de judíos; y un 8,1% de cristianos. En 1941, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, la población era de: 59,7% de musulmanes, 31,2% de judíos, y 8,3% de cristianos (Antoni Segura i Mas). Una proporción que se iría resolviendo en favor de los judíos con el paso del tiempo tras la finalización de la segunda contienda.
Aunque, la mencionada migración a Palestina no debía de haberse producido. Al menos bajo las premisas y promesas que los británicos hicieron a Husayn Ibn Ali (trigésimo descendiente del Profeta Mahoma), emir hachemí de La Meca. En 1915 Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia. Agente de los servicios secretos británicos) y sir Mac Mahon, alto comisario británico en El Cairo, ofrecieron a emir Husayn Ibn Ali una Arabia independiente fuera del poder otomano si se revelaban contra ellos. Un califato árabe independiente bajo el poder de la monarquía hachemí. Una Gran Siria con capital en Damasco. Y de hecho, la revuelta se produjo. En 1916 iniciaron una revuelta en La Meca contra el poder del otomano, supuso el principio del fin del imperio en Medio Oriente. Aunque, posteriormente en 1924-1925 Abd al-Aziz III Ibn imán de los wahabíes conquistó Medina y La Meca y por tanto, expulsaron a los hachemitas. El sueño hachemí de un Estado árabe se desvanecía.
Milicianos en Jordania en 1921, ya disuelto el Imperio Otomano
Los ingleses no cumplieron su parte del acuerdo. Se veían en la tesitura, entre las promesas para la creación de la Gran Siria y las pretensiones de los franceses en Oriente Medio. Pese a las promesas para con Arabia en 1915, en 1916 se produjo el ya mencionado acuerdo de Sykes-Picot, por el cual Francia e Inglaterra se repartían la parte de denominada “La Gran Siria”. Además, la Declaración Balfour se produjo en 1917, para el establecimiento de un Estado judío en Palestina. Todas ellas, contradicciones por parte del Reino Unido que no buscaban sino, la concreción de sus intereses imperialistas.
Tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, se firmó el Tratado de Sèvres en 1920, el 20 de agosto. Aquí se ratificó el mandato francés e inglés, ya suscrito anteriormente por ambos países, concretamente por Sykes y Picot en su famoso acuerdo. Mediante este tratado también se pone fin al Imperio Otomano después de la Gran Guerra. Por eso, una vez derrotado el gran imperio por las potencias aliadas europeas, los británicos repensaron su postura hacia la Gran Siria. Francia veía con recelo tal acuerdo, pues la creación de un nuevo gran Estado podría suponer la pugna por el poder en Oriente Próximo en contra de los intereses franceses. Pero también británicos, por ello, la promesa británica al emir Husayn Ibn Ali no se concretó. El Imperio Otomano ya se había disuelto. ¿Para qué cumplirla? Mucho mejor establecer unos mandatos británicos y franceses en la zona que aseguraran las necesidades y los recursos occidentales. El imperialismo europeo en Medio Oriente se estaba materializando.
El principal problema de Medio Oriente, es que tras la disolución del Imperio Otomano, la configuración de la zona en Estados nacionales no se llevó a cabo por medio de las propias necesidades, rasgos culturales, étnicos y religiosos de las comunidades árabes que ya existían bajo yugo otomano. Quedaron en un segundo plano. Tanto Inglaterra como Francia establecieron unas fronteras artificiales de acorde a sus propios intereses. Por tanto, el problema de los nacionalismos, causa primera de la desintegración del Imperio Otomano y de la Gran Guerra, se trasladó a Medio Oriente. Pero todavía faltaba el colofón final que haría estallar y dinamitar la zona en una guerra que llega hasta hoy. Hablamos del establecimiento de los judíos en el Estado de Israel mediante la guerra de 1948. Tras la negativa del cumplimiento de la resolución 181 de la ONU por el que se establecían las fronteras tanto de Israel como de Palestina. Aunque tal partición se hubiera producido, lo cierto es que tampoco podemos estar seguros de que hubiera garantizado una paz duradera.
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