El populismo se ha convertido a día de hoy en un concepto peyorativo, en un insulto político, más que en un marco conceptual de reflexión del propio término. Cuando hablamos de populismo no hablamos de una ideología per se, sino en lo que algunos autores desarrollan como ideología fina.

Populista tragando a un partido democrático

Populista tragando a un partido democrático

Al igual que el nacionalismo o el feminismo, el populismo no tiene un concepción ni un ideario global sobre todas las cuestiones que atañen a la política. No tiene una idea de economía, ni de sociedad, ni de cultura, por ejemplo. El populismo, por tanto, se adscribe a otras ideologías denominadas densas, tales como el socialismo, el fascismo, el neoliberalismo, etcétera.

Existen varios factores de los que se hablará más adelante, pero la mejor forma de acercarnos al populismo es establecer que es una visión o manera de explicar la política. La característica principal es la dicotomía pueblo virtuoso – élite corrupta. Es la idea de populismo más clara que nos podemos hacer, siendo además su limitación más relevante. Por lo tanto, es lógico que los populismos aparezcan en momentos de crisis fundados o infundados por políticos. Pues existe una élite corrupta que es la que está dirigiendo al país hacia la quiebra y el desastre más absoluto.

Hitler en la Cancillería del Reich, el 30 de enero de 1933

Hitler en la Cancillería del Reich, el 30 de enero de 1933

El populismo se encarna normalmente en la figura de un líder, que es el personaje encargado de establecer la división entre pueblo y élite. El encargado de señalar que la élite dirigente está corrupta y que el verdadero dirigente es el pueblo -sea esto lo que se quiera que sea-, que ha sido traicionado. Es entonces el líder quien trata de reunir las demandas del pueblo virtuoso para que se haga con un poder que les ha sido usurpado. Pero, ¿son estas demandas reales y unitarias, o son infundadas por este líder que trata de influir sobre la percepción de la realidad que se tenga sobre aquello que se quiera que se denomine “pueblo”? Cabe destacar en la mayoría de los políticos o líderes son más o menos populistas, no es algo que se es o no se es. Se es o no, en mayor o menor medida.

El origen de todas las ideologías, tanto densas como finas, datan de la Revolución Francesa. El pueblo empieza paulatinamente a adquirir poder, y por lo tanto, al ser el pueblo la fuente de la soberanía nacional, de lo que se trata es de hacerse con el poder a través del pueblo, mírese como se quiera esta afirmación. El pueblo empieza a mitificarse y se considera a éste como un todo que es homogéneo y unitario. ¿Pero, lo es en realidad, o se forma mediante el lenguaje para sacar rédito de ello? ¿Es el pueblo una construcción social dialéctica?

Hagamos un breve repaso histórico y de sus posteriores “Olas”. Como se ha indicado, empieza en la Revolución Francesa, aunque como sentido estricto del término data de 1891 en EEUU con el llamado partido del pueblo en contra de Washington. También aparecerá en Rusia a finales del siglo XIX, como en EEUU. Es un movimiento estudiantil que pretenderá la regeneración del régimen zarista. Y en Francia, en la misma época que en EEUU y en Rusia, en torno a finales de los 80 y principios de los 90 del siglo XIX. Surgió con la figura de Georges Boulanger, y el descontento se dirigía contra la Tercera República Francesa.

Las diferentes Olas de populismo como movimientos más plurales e interdependientes las podemos organizar en dos. La primera Ola surge en América Latina en los años 30 del siglo XX, en relación con problemas económicos, crisis de legitimidad de los gobiernos y migraciones campo-ciudad. También en los años 50 en Francia en un movimiento anti impuestos de pequeños comerciantes de donde salió el Frente Nacional de Jean-Marie LePen. La segunda Ola también comienza en América Latina, pero esta vez cuando se derrumba el comunismo en la década de los 90 y los Estados empiezan a acceder a la democracia. Los populistas empiezan a acceder al gobierno y para ello necesitarán al pueblo. Se pueden apreciar líderes tanto de derechas como de izquierdas, tales como Fujimori en Perú o Chávez en Venezuela.

En cuanto al surgimiento de los populismos, aparecen en momentos de crisis como se ha indicado. Pero la percepción de que exista una crisis es muy ambigua, abstracta y subjetiva. Los autores expertos en el tema señalan a dos diferentes teorías de aparición: una es la tesis de la ansiedad económica y la otra es la tesis de la ansiedad cultural. Con relación a la primera, se refiere a cuando una clase dominante, en este caso, suelen ser las clases medias, perciben una pérdida de poder adquisitivo. Respecto a la segunda, hay autores que indican que la teoría económica no es suficiente y señalan a la llamada tesis de ansiedad cultural. Esta tesis indica que la percepción viene de un repliegue identitario en una comunidad política que genera ansiedad. Problema. ¿Qué ocurre con la inmigración que llega a un país y consume recursos económicos públicos? ¿Es una ansiedad económica o cultural? Podríamos hablar pues, de una tercera vía, es que tal división no existe, sino que una se retroalimenta con la otra. La ansiedad cultural existe porque también existe la ansiedad económica previa, y la ansiedad económica es percibida porque previamente se percibe una ansiedad cultural.

Para concluir nuestro repaso radiográfico de lo que significa el concepto de populismo, creemos, es necesario aludir al significado de la voluntad general, o por lo menos hacer una aproximación lo más categóricamente posible. Y es que, como se ha mencionado líneas más arriba, la concepción de pueblo va de la mano con la idea de voluntad general y también del ideario que se tenga sobre la democracia. Hay varias versiones al respecto de lo que es la voluntad general, de si es o no homogénea y unitaria. En este artículo nos basaremos en que no existe tal concepción homogénea. Y que, como indica un autor de renombre sobre el estudio de la democracia, Robert Dahl, de lo que se trata aquí es del concepto de poliarquía. La democracia es una voluntad general donde existe una heterogeneidad de voluntades. Voluntades con poder económico, mediático, religioso, etcétera. Con preeminencia sobre el poder económico que monopolizará al resto.

Por lo tanto, ¿es el populismo, algo siempre perjudicial para la sociedad? Quien haya leído al detalle el presente artículo es muy probable que opine afirmativamente. Pero, ¿y qué ocurre en épocas donde la situación política y social se haga insostenible y las protestas necesiten de algún tipo de liderazgo para producir un cambio de régimen? ¿No podría el populismo, como indica el autor Cas Mudde, enriquecer la propia democracia? Todo ello dependerá de la percepción subjetiva que se tenga sobre un sistema político dado, si se piensa que las condiciones de vida que tal sistema otorga son o no aceptables, y sobre todo, de la percepción que el líder «populista» quiera infundir y de la posibilidad de calado ideológico que la sociedad pueda permitir.

Artículo también publicado en elnacional.com