España Invertebrada. Ortega y Gasset – Parte 1

por | PENSAMIENTO POLÍTICO

La cuestión nacional y territorial es un problema recurrente que se remonta por toda la historia de España y llega hasta nuestros días. Y es del origen, del proceso y de la posible solución de lo que trata el libro de la España Invertebrada de José Ortega y Gasset.

Ortega y Gasset. Billete

Ortega y Gasset. Billete

Los procesos de formación de los Estados –desde su origen- son para Ortega y Gasset un propósito de incorporación. Mientras que los procesos de decadencia los denomina desintegración. La incorporación debe suponer una suma de comunidades y nunca una expansión de una misma comunidad, que va asimilando nuevas partes a su cuerpo político, concretamente como señala el texto es “una articulación de dos colectividades distintas en una unidad superior”. Las identidades grupales siguen existiendo dentro de esta incorporación, digamos coexistiendo, y es una fuerza superior la que somete la unificación del estado en expansión como consecuencia de una agrupación de varias comunidades, a saber: “contenido su poder centrífugo por la energía central que los obliga a vivir como parte de un todo y no como todos aparte”. Por otro lado, el proceso inverso, el de desintegración, viene dado cuando la fuerza central deja de estimular la unificación y las extremidades de la comunidad política empiezan a gozar de autonomía.

Para poder ejercer una fuerza central de nacionalización, es necesario una mezcla entre el convencimiento y la obligación. Una persuasión dada por un proyecto político común aceptado. Es decir, una convivencia dada por un motivo concreto. Mientras que el uso de la obligación a través de la fuerza, según Ortega y Gasset, juega un papel secundario es inseparable del proceso de formación del Estado. Pues un ejército representa la defensa y la independencia de una nación en relación a lo extranjero, de acorde a sus principios y valores. Y España pues, según el autor, es textualmente “una cosa hecha por Castilla”, un reino que supo mandar e imponerse sobre los demás.

El proceso de mayor auge de incorporación, versa el texto, es creciente hasta Felipe II, y decadente a partir de ahí, desde la periferia del imperio hasta el centro, véase los procesos independentistas no peninsulares, sobre todo, para continuar a finales del siglo XIX y XX. La fase de decadencia y desintegración en los que cada parte deja de vivir como un todo, el autor lo denomina particularismo. Una denominación que tiene especial interés en el particularismo central, y es en relación a España, una Castilla más independiente como parte de un todo que deja de ser modelo político para las demás partes. Por eso decía Renan que “una nación es un plebiscito cotidiano”.

Es por esto que, la convivencia nacional, tal y como dice Gasset, es también “una realidad activa y dinámica”. Y que en la España del siglo XX operan una serie de lo que llama “compartimentos estancos” donde cada sector funcional de la sociedad no desempeña la función que le corresponde para que exista una buena elasticidad de roles en la sociedad española de la época. Dentro de un todo cada uno se hace parte.

José Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset

Las conclusiones de José Ortega y Gasset, respecto a la dirección que ha de tomar un pueblo, la constituye en torno a una aristocracia rectora y a una masa seguidora. Una buena convivencia nacional derivada de una dinamismo social y encarnada en una serie de individuos selectos. Que han de ser admirados y seguidos por la masa social para un constante perfeccionamiento de ésta, y diluida la aristocracia en masa que quiere ser aristócrata una vez la desintegración y el particularismo ha acaecido. Como dice Ortega, la decadencia de una nación implica que una masa se niega a ser masa y a seguir a una minoría rectora. Y es precisamente esta dirección de una minoría rectora sobre la masa, a lo que Gasset dedica un capítulo para referirse a la ejemplaridad de los más selectos sobre una masa dócil, que es la que debe imitar la moralidad más refinada y moralista. Para él, esta imitación es lo que supone el progreso de la humanidad, y la degeneración del cuerpo social a través de las masas, es una consecuencia de insumisión hacia la aristocracia.

En el caso de España, el autor analiza la pobre aristocracia rectora que ha existido desde tiempos visigodos. Un pueblo degenerado, viejo y débil, que derivó en la conquista musulmana. Posteriormente, el hecho que tuvo especial relevancia en el auge y esplendor de los reinos hispanos, no fue un aumento en cantidad y calidad de la aristocracia, sino la unificación peninsular y el descubrimiento de América. Que a su vez se produjo de manera prematura respecto a Francia e Inglaterra, por ejemplo, “porque España era débil, porque faltaba un fuerte pluralismo sustentado por grandes personalidades de estilo feudal”, según Ortega, para una vez llegado a la época de máximo esplendor, virar hacia la degeneración y la decadencia.

Primera parte. Particularismo y acción directa

Desde un punto de vista racional, Ortega y Gasset, suscribe su visión de los procesos de incorporación y desintegración de los Estados. En cuanto a los procesos de integración dirá literalmente que “el núcleo inicial, ni se traga los pueblos que va sometiendo, ni anula el carácter de unidades vitales propias que antes tenían”. Aquí el autor hace referencia a comunidades ya asentadas culturalmente, señalando por ejemplo a que, “Roma somete a las Galias; esto no quiere decir que los galos dejen de sentirse como una unidad social distinta de Roma y que se disuelvan en una masa homogénea llamada Imperio romano”. Pero, ¿y la configuración de las Galias como unidad social? Pareciera que es un ente social ya formado desde la eternidad. Pues se pone el foco en entidades socio-culturales ya formadas. Aquí parece que el proceso de “desintegración” no tuviera un límite, y cualquier ente, tipo Castilla, se pudiera haber desintegrado en familias de no existir este proceso integrador. ¿Cuál es el límite a la desintegración y por qué? Aunque si nos atenemos al caso de España y la nación española, resulta de mucha utilidad el análisis del autor, pues la incorporación “no significa muerte de los grupos como tales grupos” pero sí, es necesario una atracción de totalización como fuerza centrífuga mediante la convicción y la obligación. Y, echando una vista atrás respecto a las políticas del PSOE y del PP, respectivamente, con Cataluña, podemos ver atisbos de lo que el autor comenta en su obra.

Ahora bien, si hacemos un repaso histórico de los momentos en los que Cataluña ha intentado la independencia, observamos que son momentos donde un ente “totalizador”, esto es, la Monarquía hispánica o España, no ha servido como fuerza atractiva. Y esto es, a saber, tras la Guerra de los treinta años, tras la Guerra del Rif, durante la Segunda República española y durante la crisis financiera del 2008, entre otros. El proceso de incorporación, claro está, debe hacerse mediante la coerción, primero legislativa y después mediante el uso de la fuerza en última instancia. Pero sin un proyecto sugestivo para las identidades culturales que integran España, la nacionalización española estará incompleta, al menos en términos de Ortega y Gasset, el cual indica claramente, que “España es una cosa hecha por Castilla”, y, por lo tanto, debe ser ésta quien integre.

Pero no será completa esta integración sin una persuasión sutil. Que haga que catalanes y vascos, por ejemplo, vean al resto de la nación no solo como parte suya sino, como un elemento sin el cual, los nacionalismos periféricos no dispondrían de los derechos y privilegios de los que hoy gozan. Por ello, España debe de proveerse de alto nivel de vida económica que, dé acceso a un alto nivel de vida material, como factor principal y de forma general. Evitar el proceso de desintegración mediante a lo que José Ortega y Gasset denomina “particularismo”, cuando “las partes del todo comienzan a vivir como todos aparte”, y que con lleva una “acción directa”. Porque la historia nos ha enseñado que los seres humanos tenemos límites, y son cuando se traspasan éstos, cuando se fraguan las revoluciones. Y así, en alusión a Renan “una nación es un plebiscito cotidiano”.

Es pues, este plebiscito cotidiano, responsabilidad directa de los actores políticos que integran Las Cortes Generales y los Parlamento Autonómicos. Son los responsables de luchar por una eficiencia económica que se retroalimenta con la unidad político-social-cultural. Pues tampoco habrá dicha unidad sino existe tampoco en el ámbito económico.