España Invertebrada. Ortega y Gasset – Parte 2

por | PENSAMIENTO POLÍTICO

Desde esta segunda parte de la obra, nos trasladamos a la visión más conservadora-liberal o conservadora moderada de José Ortega y Gasset. No exenta de crítica en ambos sentidos, por supuesto. Una perspectiva más ético-moral de la sociedad que política.

Ortega y Gasset, José

Ortega y Gasset, José

En un pasaje de esta segunda parte, Gasset dice: “tal vez no haya cosa que califique más certeramente a un pueblo y a cada época de su historia como el estado de las relaciones entre la masa y la minoría directora”. Y cierto es, que, dentro de toda la diversidad de la naturaleza humana, existen individuos “mejores y peores” pero esta simplificación no deja de ser una dicotomía maniquea reducida a nuestro propio interés. Pues en la mayoría de las ocasiones, la historia nos ha demostrado que son las condiciones socio-políticas y económicas las que han determinado la configuración de la “masa” y de la “minoría”, a lo largo de enormes injusticias, arbitrariedades y aleatoriedades.

La dirección de una minoría sobre una mayoría debe ser siempre una realidad -al menos si rechazamos las democracias directas, claro-. Pero habría que ver y analizar las diferentes situaciones. Pues, dentro de esa minoría habrá individuos que sean unos completos incompetentes en materia económica, pero realmente elocuentes en política. O grandes economistas, pero carentes de conocimientos histórico-filosóficos. A su vez, dentro de la masa, -tan grande ella y sin movilidad social- puede haber grandes ingenieros, economistas, políticos, filósofos, médicos, etc. que debido a los factores que esa “minoría directora” ha implementado durante años, estén todavía sin descubrir. Además, también, es necesario mencionar el factor psicológico en relación a la identidad personal y la reputación otorgada de cada individuo. Pues en numerosas ocasiones la propia identidad personal de una persona depende de la autopercepción propia y la reputación de la percepción externa en relación con los demás. Lo cual hace que la realidad de los “mejores” sea muchas veces una ilusión y una entelequia, más que un hecho objetivo y concreto. Así que, cuidado con el excesivo orgullo de ser quienes somos en un momento dado, pues no nos vayamos a creer “minoría directora” cuando en realidad somos “masa”.

Y es, el imperio de las masas, a lo que Gasset alude como, “en una nación la masa se niega a ser masa –esto es, a seguir a la minoría directora-, la nación se deshace, la sociedad se desmembra y sobreviene el caos social, la invertebración histórica”. Como se ha mencionado anteriormente, ambos términos, masa y minoría, son altamente relativos. Pero también, cierto es, que las naciones son construcciones sociales, invenciones de comunidades creadas a partir de un relato nacional. Y España, que es “una cosa hecha por Castilla”, ha sido construida por unas élites directoras por medio de guerras, y que además utilizaban el castellano para comunicarse entre los aristócratas de los reinos hispanos, y, por lo tanto, se extrapoló a los demás territorios a través de proceso de totalización. Pero no es, esta escasez de minoría directora de baja cantidad aristocrática el mal de España, como apunta Ortega. Ni tampoco la inmoralidad de la sociedad española, que la convierte en una no sociedad. El mal de España es la falta de calidad de esas minorías aristócratas directoras, que durante siglos han mirado por su propio bienestar de clase, cayendo en corruptelas e injusticias, y que no han permitido que de la “masa”, salgan también miembros que se puedan incorporar a esa la minoría rectora. Pues en la masa está la minoría. Pues la rebelión de las masas, no es casualidad, sino el resultado de innumerables abusos.

La construcción de cualquier sociedad debe hacerse siempre bajo una minoría, pero teniendo en cuenta a la mayoría, que en última instancia presiona y debe tener la oportunidad de ascenso social. Y, además, el hombre-masa de Gasset, también tiene derechos, tiene derecho a ser hombre-masa si lo desea, y a tener una vida digna por mucho que no se exija nada así mismo, y una vida en una llanura progresiva solo satisfaciendo sus propios placeres más instintivos si así lo desea.

Ortega y Gasset

Ortega y Gasset

Por tanto, la nación española ha sido una nación en decadencia por la ausencia de los mejores, la ausencia de una minoría directora incapaz de dirigir a la sociedad y así, ejercer de fuerza centrípeta para las demás identidades imperantes dentro del territorio nacional. Y esta falta de minoría lo es a su vez, por, tal y como se expresa, “la raíz de la descomposición nacional está, como es lógico, en el alma misma de nuestro pueblo” –como si esa alma fuera una identidad aleatoria no regida por la propia minoría-. Para más inri, lo que hace Ortega es señalar otros dos factores secundarios, tales como, los errores y abusos políticos, fanatismo religioso; y fenómenos históricos de disgregación. Como si estos no hubieran sido propiciados también por esa minoría. El surgimiento y la aparición del talento es un fenómeno aleatorio. Dentro de un período tan longevo medido en siglos, no hay raza, ni cultura, que no tenga unos individuos talentosos, los mejores. Lo que hay que hacer es extraer ese talento. Esa virtù que supere la fortuna.

¿Cómo puede Ortega y Gasset hacer alusión a que el gran mal de España es el alma misma de nuestro pueblo, como si fuera un hecho aleatorio, y no un alma formada por unas élites dirigentes? Como si los errores y abusos políticos, el fanatismo religioso, la incultura, etc. fueran hechos fortuitos y desafortunados a los que la nación ha tenido que hacer frente. Nada más lejos de la realidad, esta idiosincrasia ha sido influida por la minoría directora. Pero claro, ¿no han sido extraídas estas élites de una mayoría con alma corrompida de nuestro pueblo? Pues quizás no. Solo hay que hacer alusión a la revolución comunera de Castilla en contra de un Carlos V de Alemania que pisaba la península como completo desconocido, o, por ejemplo, aunque no tan determinante por supuesto, la elección de Amadeo I de Saboya como rey de España de forma completamente discrecional y a la desesperada, para darnos cuenta de que esa propia alma de nuestro pueblo que alude el autor ha sido creada por una minoría. Y claro, directora y también responsable de los males de España.

Entramos dentro del terreno de lo que Antonio Gramsci denominó hegemonía cultural. Como, en palabras de la socióloga Nicki Lisa Cole “la hegemonía cultural se refiere a la dominación o gobierno mantenido por medios ideológicos o culturales”. “Gramsci argumentó que el consentimiento al gobierno del grupo dominante se logra mediante la difusión de ideologías –creencias, supuestos y valores- a través de instituciones sociales como escuelas, iglesias, tribunales y los medios de comunicación, entre otras”. Claro está que la comparativa puede parecer anacrónica, y que Gramsci estaba pensando más en los totalitarismos del siglo XX que en la coronación de Carlos V y Amadeo I de Saboya, en los siglos XVI y XIX. Aunque, sí que se puede hacer una aproximación, pues es la hegemonía cultural la que es propagada desde el grupo dominante, desde las élites minoritarias directores, y son en grosso modo las que crean las naciones, las comunidades imaginadas a través de esa hegemonía cultural. Por lo tanto, si queremos poner el foco y analizar algún factor más determinante de la decadencia de la nación española, sería mucho más productivo estudiar por qué el pueblo español ha tenido una minoría directora tan poco eficiente e incompetente incapaz de dirigir como cualquier pueblo merece.