Internet y las TIC en Política
Con internet y las Tecnologías de la Información y la Comunicación, no solo se ha acelerado el proceso de globalización, sino que también se ha transformado la forma en la que nos relacionamos con la política. Estamos ante una nueva y más sofisticada revolución industrial, cultural, social, económica y política.
Mundo globalizado
Internet y las TIC en política suponen una herramienta poderosa e innovadora desde su aparición. Internet, que surgió en torno a la década de los 60 en el contexto de la Guerra Fría a través de una innovación estadounidense. Y las tecnologías que permiten la información y la comunicación -desde finales del XX, principios del XXI- han hecho que a día de hoy la política haya cambiado hasta resultar, de algún modo, irreconocible. Y lo que debemos tener en cuenta para comprender tal fenómeno es, por un lado la información como contenido, y por otro lado, la comunicación como transmisión. La información, actualmente, es considerada como un poder no material y abstracto. Pues puede caracterizarse a través de conocimiento, de noticia, o de acceso a algún tipo de realidad, por ejemplo. Esto puede utilizarse a modo de herramienta y considerarse como un poder, en tanto en cuanto, se tenga la posibilidad de conseguir que B sea vulnerable y esté a merced de A. Pero esto no se podría conseguir, evidentemente, sino existiera una comunicación efectiva, eficiente, es decir, instantánea, entre todos y cada uno de los ciudadanos. Y para conseguir esto existen diferentes niveles. Niveles en relación a cómo los ciudadanos se relacionan entre sí dentro de una comunidad. Niveles sociales, culturales, económicos y políticos. Aunque a través del nivel de la innovación tecnológica, claro. Aunque como veremos, será la económica y la política la que tomen una especial relevancia respecto de los demás. Llegando incluso la política a seguir a la economía.
Y es que, la posibilidad de interconexión -a través de internet y las TIC en política- no solo entre individuos, sino también entre naciones y mercados, ha supuesto una aceleración de la globalización. Es decir, la globalización entendida como un proceso de homogeneización, interacción e interdependencia y por tanto, una superación del Estado nacional en diferentes niveles. A diferencia de la mundialización, que se describe como un proceso iniciado con la conquista de América, donde el espacio y el tiempo del mundo se homogeneizan. Es decir, lo que pasa al otro lado del mundo tiene consecuencias en el otro, como si casi del mismo territorio se tratara. Y esto comenzó con la expansión de Europa por el mundo. Ahora bien, hoy en día asistimos a que una dimensión económica, política, cultural y social se extrapola fuera del Estado, se unifica y se homogeneiza dentro de varios Estados, que a su vez, se van expandiendo. Por y para la información. Y esto, al igual que la conformación de los Estados nacionales modernos, tiene que ver con el comercio y con la economía. Veamos cómo.
Manifestación con Smartphones
En primer lugar, debemos hacer referencia a la transformación del capitalismo a través de la información y la comunicación instantánea a nivel mundial. Esto permite que se vayan configurando nuevos mercados y empresas productivas que vayan tejiendo producciones más eficientes en cualquier parte del mundo. Se puede vender en un lugar y producir en otro. Mientras que a su vez, se puede establecer una sede en alguna otra parte. Siempre en aras de mantener buenos ingresos y pocos gastos, lógico. A este proceso se le conoce como deslocalización, y está íntimamente relacionado con la necesidad de flexibilidad las relaciones laborales y la pérdida de la estabilidad en los trabajos. Pues las empresas necesitan garantías de poder deshacerse de los trabajadores y de la localización en sí, si el negocio no marcha como se esperaba, lógico.
Lo que está globalizado es el comercio y sus interacciones dentro de un mercado global de consumo. Adaptado por su puesto a las necesidades de cada mercado. Se lleva a cabo a través de redes empresariales las cuales crean sus tejidos de forma interconectada con otras empresas, formando parte de una línea de producción, transporte, venta, organización, etcétera., en red y en diferentes países. Internet y las TIC, pues, infieren directamente en la economía, en este caso en la economía informacional. Información como conocimiento para saber qué, cómo, dónde, cuándo, a quién producir, y vender. Y para ello, la información fluye desde nuestros teléfonos móviles hacia las empresas de cualquier parte del mundo, para conocer nuestras preferencias, gustos y necesidades. Por ello, la información es poder. Y el poder actualmente no lo tienen los Estados.
Todo lo mencionado sería imposible sin tal revolución informacional y comunicacional. Es a través del mercado, como se va configurando poco a poco una cultura y una sociedad internacional, donde el Estado se ve incapaz de actuar políticamente. Y es que el Estado, no puede retener los flujos de capitales, no puede proteger su comercio. Que es como se han conformado, prácticamente, los Estados-Nación. El Estado nacional está en crisis. Las políticas que se implementan en España u otros países miembros de la UE van acorde con otras organizaciones supraestatales, como es la Unión Europea, que entre otras cosas, trata de ejercer un mayor control sobre los mercados y la economía. Pero es de enorme complejidad, pues las empresas se deslocalizan e intentan cada vez pagar menos impuestos. Los efectos económicos negativos de un Estado fuera de la UE afecta directamente a la UE, por ejemplo, en términos inflacionarios derivados de la Guerra de Ucrania. También tal expansión cultural, tiene que ver con la aceptación de ciertos valores, sociales y laborales, entre otros. Por lo que, el Estado no puede implementar unas políticas que no vayan acorde con las políticas de otros Estados, pues pueden recibir sanciones, etcétera. Nótese que vivimos en una época de expansión y consolidación de la democracia. Y por tanto, también las demandas y los movimientos sociales se globalizan y se dirigen a otro ente político superior que no sea el Estado.
Máscara de Donald Trump en una manifestación
La globalización actual, con una predominación del plano económico, no puede entenderse sin internet y las TIC. Existe varios factores positivos, tales como el abaratamiento de los precios y servicios, una hiperproducción capaz de proveer un alto nivel de materialismo, la conformación de alianzas supraestatales y el conocimiento y la asimilación de otras culturas, incluso la mitigación de conflictos debido del mercado internacional, etcétera. Pero también tiene grandes consecuencias negativas. Como por ejemplo, el crecimiento de la desigualdad entre Estados -aparecen ganadores y perdedores-, pues no todos tienen la capacidad tecnológica para hacer valer tal información; el abaratamiento de los precios también supone que la producción sea a costa de bajos salarios y pésimas condiciones laborales; que la asimilación cultural se haga en aras de la cultura más poderosa y como consecuencia desaparezcan otras, etcétera.
¿Pero, y qué supone esto a nivel político-social dentro de la política nacional? Asistimos a una era donde, en los países democráticos liberales, la democracia se ha convertido en una hiperdemocracia en red. Si ya teníamos asimilados la defensa de nuestros derechos como si ya nadie los pudiera arrebatar, ahora tenemos la capacidad de opinar de forma rápida y anónima sobre cuestiones (informaciones) que recibimos, igualmente rápida e instantáneamente, sobre hechos que nos afectan como ciudadanos de forma severa. También, tal información puede verse a través de vídeos, por ejemplo. Por tanto nos sensibiliza y nos emociona. Hace que saquemos a relucir nuestras emociones y sentimientos sobre algún hecho acaecido. Entonces nuestra parte racional desaparece.
Pero al igual que en el plano internacional, la información se utiliza como un poder. Existe una competencia por mostrar aquello que nos interesa para sacar rédito político y/o económico. Mostramos hechos manipulados, tergiversados y completamente sacados de contexto o de la realidad para obtener más visualizaciones en redes sociales y así un mejor rendimiento económico. También con cuestiones de identidad personal y social, o para imponer a otros nuestras ideas políticas y por tanto nuestra política partidista. Son las consecuencias de la sociedad de consumo y de la democracia en red. Donde la manipulación y el populismo están servidos.
Ahora bien, al igual que en la globalización, también el internet y las TIC, tienen consecuencias positivas para la democracia. Aunque ello dependerá de cómo se utilicen las herramientas a nuestro alcance claro. Pues “el pueblo” tiene más información y más visibilidad. Tiene más posibilidades de fiscalizar la acción de los políticos y de las élites del Estado. Y tiene más posibilidad de enriquecer la democracia en forma horizontal y deliberativa. Pero todo ello, es simplemente una posibilidad que está por ver. Está por ver si priman las consecuencias negativas o las positivas. Y todo parece que las primeras van ganando por goleada.
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