La Democracia cristiana
La democracia cristiana -tanto católicos como protestantes- es un movimiento político religioso que se ha ido adaptando poco a poco al socaire de los nuevos cambios políticos e institucionales. Una ideología -si cabe- moralmente conservadora centrada en las clases medias.
El Vaticano
Y es que, la democracia cristiana tiene su origen en la Iglesia Católica, una vez ésta dejó de pivotar la vida política de los ciudadanos cuando los Estados modernos se fueron convirtiendo en laicos al romper con los absolutismos de finales del XVIII y principios del XIX. El cristianismo, tanto el catolicismo como el protestantismo, ha gozado de una enorme influencia en la cultura occidental. El catolicismo supuso un poder capaz de rivalizar con grandes reyes e imperios. Como por ejemplo es el caso de Carlos I de España, el cual se jactaba de ser el rey más representativo del catolicismo de la época. También el protestantismo ha actuado como génesis del individualismo europeo, y por tanto como precursor del liberalismo político y del capitalismo. Al introducir Lutero la posibilidad de hacer un propia interpretación bíblica, el catolicismo se quedaba sin herramientas de actuación para la configuración de una vida político-religiosa y espiritual.
Pero tal remanencia cultural no quedó en el olvido cuando con las revoluciones burguesas -inglesa y francesa, sobre todo- se pretende crear una secularización entre política y religión. La democracia cristiana surge así en 1945 -como derivación de la Iglesia Católica primero, y también de los partidos confesionales en segundo lugar después de 1918- en un intento de adaptación a los nuevos tiempos, primero liberales y después democrático-liberales (Estados del bienestar), donde se mantendrá un conservadurismo moral cristiano alejado de la ortodoxia del papado, pero donde se aceptarán los nuevos vientos de cambios institucionales.
Matanza de frailes en Madrid, 17 de julio de 1834
La moral conservadora que irá promoviendo el cristianismo político será de base confesional, lógicamente. Es en el plano social y cultural donde intentarán obtener mayor influencia y rédito. No tanto así, en los ámbitos económicos y políticos. Debido a la configuración del laicismo, intentarán ostentar solamente la conformación del mundo espiritual. Pues aunque, anterior a la Revolución francesa, por ejemplo, tuviera un poder político más amplio, al dejar de actuar en política lo que harán será centrarse en el apoyo de las clases medias con el paso del tiempo. Es decir, para sobrevivir políticamente tuvieron que reinventarse, y tal conversión tuvo que hacerse necesariamente al albur primero del liberalismo, después del movimiento obrero, más adelante del fascismo y por último con la configuración de los Estados del bienestar dentro de las democracias liberales, y sin perder siempre su carácter moral conservador.
El cristianismo siempre ha tenido en cuenta la cuestión social. Aunque esto no quiere decir que no se hayan cometido auténticos atropellos en contra de los más desfavorecidos. Sobre todo a nivel macro debido a los cambios políticos, se han apoyado regímenes o ideologías políticas que han resultado, a la postre, ser catastróficas para una gran parte de la población. Pero centrándonos en una acción más directa, tanto en monasterios, como en iglesias, parroquias, etcétera., lo cierto es que la Iglesia ha provisto lo que más tarde se denominó política social. Por ello, cuando la Revolución francesa tiene lugar y el Estado liberal se establece, surge un nuevo dilema de índole político-social, si ya la Iglesia no toma parte en política y los más desfavorecidos son un problema social derivado de la política, ¿quién debe hacerse cargo de las funciones de auxilio social? Es por ello, que cuando surge el movimiento obrero en la segunda mitad del XIX, la Iglesia pretende ser una institución alternativa de apoyo a la cuestión social en relación a un ideario teológico.
Pero también quedaban bajo un libre albedrío los fieles cristianos que no veían sus intereses ni sus reclamos integrados en ninguna institución con poder de decisión. Asistimos, pues, al nacimiento de los partidos políticos cristianos. Efectivamente, en el seno del Estado liberal del XIX. Surge un nuevo actor político que se irá haciendo cada vez más popular entre los católicos, como partidos confesionales también organizados en partidos de masas, con una creciente autonomía. Su consolidación se produce después de la Primera Guerra Mundial. Pero esto tampoco es casualidad, pues en el período de entreguerras se dieron grandes inestabilidades y cambios políticos que amenazaban los valores tradicionales cristianos. A su vez, hacía ya más de un siglo que se había roto con el Antiguo Régimen absolutista. No quedaba más remedio que defender la centralidad política. Ni fascismo, ni socialismo, ni valores liberales anticlericales modernos.
Sede del partido CDU alemán. Unión Demócrata Cristiana de Alemania de Merkel
Los partidos políticos confesionales, fueron a su vez adquiriendo una autonomía propia alejada de El Vaticano. Era necesario el activismo político e institucional, frente a una Iglesia que se alejaba de las instituciones políticas decisorias. El término democracia cristiana no debe confundirse expresamente con la defensa de una democracia per se. Debido a que existe el riesgo de que la balanza recaiga en uno u otro sistema político. La democracia cristiana es factual y pragmática. Por lo que, reniegan tanto de la democracia directa como de la democracia liberal representativa en tanto en cuanto tales sistemas políticos puedan derivar en una producción ideológica contraria a los cristianos. Pese a su ambigüedad doctrinal, existen ciertos principios básicos (conservadores) que sumado a las coyunturas políticas, harán que los partidos confesionales se decanten por una u otra política.
A partir de 1945 con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en Europa se establecen los denominados Estados del bienestar. Son medidas redistributivas para hacer frente al avance del comunismo. Pero a su vez, las democracias liberales son fieles defensoras de la economía de mercado, de la propiedad privada y del individuo. ¿Dónde ha, necesariamente, de encuadrarse la nueva democracia cristiana? En el centro del espectro político. Defendían la protección del individuo, los derechos humanos, la redistribución de la renta, pero a su vez tenían tildes conservadores respecto a la génesis del ser humanos, por supuesto. Y es que, la defensa del Estado del bienestar después de 1945, se enmarca en base a unos valores cristianos del bien común. Pero defendiendo el comercio. Así pues, la democracia cristiana ayudó a la estabilización política en la Europa de la posguerra, haciéndose con gran apoyo de las clases medias conservadoras. Una estabilización de mayor calado en Alemania e Italia -irónicamente-, grandes perdedores de la IIGM.
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