La Guerra Fría
La Guerra Fría fue un conflicto sin acción armada entre las dos superpotencias imperantes surgidas de la IIGM, las cuales disponían, la una de la otra, de dos cosmovisiones políticas opuestas. Un conflicto entre EEUU y la URSS. Entre la economía de mercado y la economía centralizada.

Check point Charlie – II Guerra Mundial
La Unión Soviética y los Estados Unidos, que habían sido aliadas durante la Segunda Guerra Mundial en contra del régimen nazi de Alemania, posteriormente no compartirían la misma perspectiva en cuanto al reparto político-territorial de Europa ni fuera de ella. Sin embargo, tras dos conflictos mundiales surgidos y desarrollados en su mayoría en el antiguo continente, las partes beligerantes habían aprendido y madurado como para desarrollar un nuevo conflicto.
Los problemas por los que las naciones europeas habían entrado en guerra, poco a poco se irían solventando, y el progreso del continente se hacía cada vez más efectivo. No sin embargo fuera de Europa, como en América Latina, Asia y también en África, donde las naciones, todavía jóvenes, no tan homogeneizadas culturalmente y con instituciones poco sólidas luchaban por modernizarse. Una modernización que había abocado a Europa a dos de los grandes conflictos más cruentos de la historia de la humanidad. Los viejos problemas europeos se estaban extrapolando en la Guerra Fría fuera de las fronteras europeas, pero, además, bajo la supervisión de los dos supervencedores de la IIGM, los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Guerra de Corea
El nacionalismo europeo, los Estados homogéneos y la cooperación entre ellos, ya se encontraban a inicios de la segunda mitad del siglo XX en un alto grado de desarrollo -fruto de las guerras mundiales surgidas entre ellos-. Stalin pretendía, paradójicamente debido al Pacto de Varsovia, una protección e independencia de los Estados homogéneos étnicamente, en contra de la visión estadounidense y británica en su mayor parte, partidarios de un federalismo. Stalin se mostraba desconfiado ante el federalismo europeo, ya que la Unión Soviética podía verse amenazada debido a estas confluencias de poder. Fue esta firme oposición lo que finalmente hizo fracasar la idea. Bien es cierto, que algunas naciones jóvenes no habían conseguido desarrollarse sobre todo en Europa del Este, las cuales habían quedado bajo el yugo hitleriano siendo receptoras más necesariamente de ayuda externa. Existía cierta sintonía entre la propuesta federalista al nacionalismo europeo y la propuesta nazi. Estados Unidos, como opinión preponderante, pretendía utilizar las antiguas redes de conexión administrativa creadas por Alemania durante la guerra. Aunque como se ha dicho anteriormente, el federalismo propuesto fracasó, y pronto comenzaría la cooperación entre los diversos Estados, creando instituciones como la Organización para la Cooperación Económica Europea (OECE) o la Comunidad Europea del Carbón y el Acero. Se estaba creando un caldo de cultivo en el ambiente europeo donde cada vez tenían menos cabida conflictos armados de índoles pasadas. Los Estados homogéneos por los que Stalin tenía una tenaz fijación, se fueron haciendo realidad en las conferencias de Yalta y Potsdam en 1945 donde se fijaron las nuevas fronteras de la posguerra. Tal y como afirmó el propio secretario general del Partido Comunista de la URSS: “el problema del nacionalismo europeo era un problema de transporte”.
Europa tuvo que afrontar grandes desafíos, para no recaer en los errores del pasado y poder divisar un futuro más próspero. Alemania, sobre todo su capital, Berlín, quedó derruida y arruinada tanto político, social como económicamente. Así pues, los países beligerantes no tuvieron más remedio que implementar algunas reformas necesarias para el correcto funcionamiento de la convivencia interna en aras de reparar el daño causado y las desigualdades imperantes en la posguerra. Se llevaron a cabo reformas agrarias, económicas y políticas que se tuvieron que adoptar para paliar los efectos negativos de la contienda. Se hicieron esfuerzos para implementar un régimen más justo en ámbitos redistributivos y de justicia social. Existía un alto grado de desigualdad en el campo donde la mayor parte de las tierras pertenecían a unos pocos terratenientes encargados de grandes latifundios. También, en el ámbito político, se redactaron constituciones con una ampliación de derechos fundamentales. Sin embargo, todas estas medidas, debían estar bajo la estricta supervisión y el apoyo de una economía abierta y estable para que realmente los cambios fueran visibles. Estados Unidos entró en escena aportando recursos económicos para la reconstrucción de Europa. Así pues, el país norteamericano, a través de su secretario de Estado George Marshall quiso enviar un paquete de recursos económicos sin precedentes para salir en rescate de todos y cada uno de los países europeos que lo necesitaran. Norteamérica, dependía del mercado europeo para su progreso, además, no podía permitirse un vacío de un sistema político que garantizara el buen desarrollo de vida, que era la simiente para el desarrollo de las políticas populistas y antidemocráticas. Por ello, el fomento económico se creyó necesario para desarrollar la estabilidad europea. Así, se promovió la cooperación económica y política entre los Estados para el desarrollo de una mejor diplomacia y prosperidad. De nuevo, Stalin que ya se había mostrado reacio al federalismo no dio el visto bueno a esta unión, la cual afectaba a los intereses y a las políticas trazadas por la URSS. El 2 de julio, después del discurso de Marshall en Harvard, Viacheslav Molotov abandonó la reunión a tres entre Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética. La cohesión europea se estaba forjando, quedando el bloque occidental amparado por los Estados Unidos y el bloque oriental bajo el Telón de Acero.
Europa poco a poco iba tomando forma. Lo que todavía no estaba maduro, serían las consecuencias a partir de 1945 de aquellos territorios colonizados, esclavizados y oprimidos después de la Segunda Revolución Industrial. La mayoría de los conflictos a partir del modernismo se produjeron por tensiones imperialistas. Prueba de ello fue la Conferencia de Berlín de 1885, en la cual se intentaron crear una serie de normativa para poder saquear el continente africano con mayores garantías y menores tensiones. También Asia fue objeto de deseo del modernismo europeo, extendiendo su potencia de fuego desde Oriente Medio hasta China, mayoritariamente. Una vez dieron comienzo los conflictos mundiales, se desarrolló la política internacional, y ya finalizada la segunda contienda, se iría constituyendo una merma de poder de las metrópolis con respecto a las colonias que dio lugar a la aparición de nuevos nacionalismos y situaciones de inestabilidad política -en aquellos territorios fuera de Europa que habían sido objeto del imperialismo-. Se presentaba una oportunidad para que los dos países que gobernaban en panorama político internacional después de 1945, pudieran ejercer su influencia e imponer su ideología.
El imperio al que aspiraba Hitler, no se distinguía demasiado de las aspiraciones británicas o francesas. Una vez derrotado el dictador nazi, Francia y Gran Bretaña se vieron en una difícil tesitura al no querer ver reflejadas sus políticas coloniales en las de Hitler. El 14 de agosto de 1941, en un ejercicio de previsión futura, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill firmaron una declaración conjunta en el USS Augusta. Dicha declaración entraba en contradicción con los derechos proporcionados a los pueblos “autóctonos” de los territorios colonizados tanto en África como en Asia. Las potencias europeas se aferraban al poder colonial, aunque ya la ciudadanía reclamaba para sí unos derechos fundamentales inalienables.
En 1947, el 15 de agosto, la India, tras una larga y sangrienta lucha consiguió la independencia del imperio británico. Un imperio que mantuvo cohesionadas las dos naciones religioso-culturales existentes, la hindú y la musulmana, enzarzándose tras la independencia, en un fratricidio territorial donde murieron un elevado número de víctimas, entre ellos Mahatma Gandhi, a manos de un radical pakistaní. La nación argelina se fue forjando durante la ocupación francesa, concretamente desde el inicio de la resistencia nacional. Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los argelinos tenían la esperanza que, derrotado el régimen nazi, la ampliación de derechos sería una realidad. No obstante, Francia, aferrándose al poder colonial no hizo, sino que reprimir todo acto de oposición y resistencia. Argelia consiguió la independencia el 19 de marzo de 1962.
Aunque, allí donde entraron en conflicto las dos superpotencias, sería en América Latina, Oriente Próximo y Asia, generalmente. El colonialismo europeo se estaba desmoronando, y estaba dejando paso a tendencias en favor del liberalismo occidental o del comunismo soviético. China había sufrido los estragos sobre todo de los británicos durante el siglo XIX, y en 1927 se inició una guerra civil que no terminaría hasta 1950. El poder recaló en Mao Zedong, líder comunista contrario a las políticas liberales occidentales que habían llevado a China a una completa sumisión institucional en el pasado. El desarrollo de Japón durante el siglo XIX y el colonialismo europeo fue diferente. La presión colonial occidental conllevó una apertura del país materializado en la Revolución Meiji en 1868. Esta revolución supuso una occidentalización y, por lo tanto, una modernización, produciéndose unas relaciones más fructíferas con occidente. La rendición de Japón -en el contexto de la Segunda Guerra Mundial- fue un hecho clave para las siguientes inestabilidades y luchas de poder en Corea y Vietnam. Corea había estado bajo la ocupación japonesa desde 1910 hasta su rendición en 1945, mientras que Vietnam fue invadida en 1940 con cierto beneplácito francés, que mantenía su dominio colonial en Indochina.
Tras las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, Japón fue abocada a la rendición. Estados Unidos tomó al país como aliado para ayudarlo a la reconstrucción, promocionar el estilo de vida americano y además asegurar su dominio, aún más si cabe, en la zona del pacífico. Se envió al General Douglas MacArthur para la reconstrucción del país. De nuevo Estados Unidos tuvo que hacer frente a transferencias económicas para el levantamiento social japonés, y así poco a poco, los americanos se irían allanando unas estructuras sólidas y aliadas que les permitirían operar con fluidez y legitimidad en algunos enclaves del panorama internacional. Debido a la caída japonesa, se abrieron paso unas zonas de conflicto en donde el poder no quedaba vinculado a ninguna parte específica y donde tanto estadounidenses, como soviéticos y chinos, además de las guerrillas nacionales, intentaban imponer su área de influencia.
La guerra en la península de Corea de 1950 a 1953 sería de los primeros conflictos donde las dos superpotencias colisionarían indirectamente mediante apoyo armamentístico y logístico de cada bando. La URSS tenía especial interés e implantar el comunismo en el norte, mientras que Estados Unidos no permitiría la caída del sur en manos comunistas. Aunque allí donde los norteamericanos más sufrirían sería en Vietnam. Los franceses tras la pérdida de poder japonés en Indochina, pretendían volver a recuperar su hegemonía colonial, legitimada legalmente mediante la Unión Francesa. Sin embargo, de nuevo tras la corriente anticolonialista y garantista de derechos procedente de la finalización de la contienda mundial, se formaría un movimiento nacionalista e independentista para hacer frente al ya decadente imperio francés. Mediante la Conferencia de Ginebra en 1954, se otorgó a Ho Chi Minh el mando del norte hasta el paralelo 37, quedando el sur bajo el gobierno nacionalista de Ngo Dinh Diem. Tras la derrota francesa y la negativa de ambas partes a realizar elecciones democráticas, la lucha por el poder comenzó, y también la intervención estadounidense en 1961.
A través de la presente redacción, se pretende dar claridad a la dificultad, debido de la historia europea, del desencadenamiento de un nuevo conflicto bélico dentro de Europa. La competencia, el imperialismo y el nacionalismo se estaban consolidando bajo una nueva forma de cooperación internacional y bajo la supervisión de los Estados Unidos en la parte occidental y bajo la Unión Soviética en la parte oriental. La posibilidad de guerra entre los Estados europeos con el paso de las décadas se iría difuminando. Estos dos actores racionales, eran conscientes de las consecuencias no solo para Europa sino para todo el mundo, de la colisión directa. Por ello, se midieron de manera indirecta en territorios donde había una pugna real por la ideología, donde su influencia todavía estaba por determinar y allí donde las inestabilidades locales eran la norma.
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