La libertad, según John Stuart Mill – Parte 1
La libertad es uno de los tantos conceptos político-sociales de los que la sociedad se hace eco para justificar su percepción de la realidad a la hora de acudir a las urnas para ejercer su legítimo derecho a ejercer su soberanía correspondiente.

John Stuart Mill
Y una, sino la de mayor relevancia, que justifica la convivencia en comunidad y la coacción del Estado, si hablamos de libertad positiva (provisión de libertad), que muchas veces es confundida con la libertad negativa (libertad sin interferencia) y absoluta.
John Stuart Mill, a través de su ensayo “Sobre la libertad” hace un análisis en lo que a su percepción debería ser considerada, otorgada y limitada la libertad. A través de la individualidad y la diversidad, y de la tolerancia y el respeto, la libertad ha sido, tal y como afirma el autor, un límite impuesto al monarca -con el paso de la historia- para que éste no pudiera ejercer un poder despótico. El concepto de libertad nace como un límite, sin el cual no podría darse tal prerrogativa ni a un individuo ni a una sociedad.
Según Mill, la única justificación de intervención de un poder frente a un individuo es la evitación de que se pueda perjudicar a los demás, a su vez con tildes utilitaristas dentro de una sociedad para que se puedan dar las condiciones de progreso dentro de ella, lo cual conlleva no solo al desarrollo de la sociedad en sí, sino también al desarrollo de las plenas capacidades que los individuos desempeñan dentro de una comunidad. Pues de una sociedad plana y lineal sin excentricidades poco progreso puede darse, y si otro individuo pudiera coaccionar a su homólogo, igualmente llegaríamos al mismo resultado nefasto. Solo hay que echar un vistazo a las naciones más desarrolladas y observar el tipo de libertad que ha imperado dentro de ella. La espontaneidad individual, parafraseando al autor, es una de las potenciales capacidades que posee el ser humano para el desarrollo no solo propio si no también común.
La libertad de pensamiento y discusión es una categoría en la cual pone uno de sus énfasis. La verdad absoluta es un concepto siempre buscado y nunca encontrado. No es de extrañar, y más en las Ciencias Sociales, y en lo que se refiere a la relación del ser humano en convivencia con la naturaleza. El poder exponer y argumentar de forma razonada la propia opinión, por muy minoritaria que sea, es un principio máximo para que una consideración pueda ser refutada o aceptada, pero si no se permite esta tolerancia por parte de la mayoría, el concepto, que pudiera ser verdadero, se difuminaría entre conceptos falsos socialmente aceptados, como indica la obra. La seguridad de que una opinión pueda ser verdadera o falsa no es posible conocer si primero no se admite dicha opinión y segundo si no se debate con plenas garantías libres de contradicción y manipulación en favor del interés propio. Es un hecho que ocurre con frecuencia dentro de las facciones sociales mayoritarias, pues se debe disponer de gran audacia, temperamento y conciencia para sostener que la propia opinión -al menos hasta que no sea puesta a la prueba social de debate y experiencia- pueda tener posibilidades de ser verdadera ante una corriente mayoritaria tan sólida y longeva.

Placa en la residencia de Stuart Mill en Londres
Aludía Gramsci al concepto de hegemonía cultural, y acertadamente al indicar que la cultura de la clase dominante era la cultura de la clase dominada, no tanto cuantitativamente, pero sí de la coacción de la libertad de pensamiento. También es otra manera de poder complementar y reforzar el pensamiento imperante del momento, lo que supone, en palabras del propio Mill “el progreso y la regeneración moral de la humanidad”. Es un acto capital para la libertad, pues hasta la mejor de las percepciones objetivas se llega mediante la libertad y la diversidad, y que la democracia, hasta a día de hoy, es el sistema político que mejor promueve este objetivo, y que la salubridad de ello depende en gran medida de la confrontación de verdades y no de la supresión de cualquier tipo de libertad de pensamiento y discusión.
Pero esta formación del propio pensamiento no puede, en la mayoría de los casos, llegar a experimentar su máxima potencia sin una convivencia que garantice la individualidad como uno de los elementos del bienestar, como reza el texto en uno de sus capítulos. Una individualidad que choca con la de terceros y donde entra en juego la prevalencia de la libertad entre individuos y con el Estado. Y es que “la libertad debe ser limitada cuando se convierte en perjuicio de los demás”, y en relación con el Estado, como señala el autor, las facultades humanas solo se ejercitan cuando se dispone de una elección propia, que las facultades mentales y morales deben ser ejercitadas, las propias, y no las de los demás. La naturaleza humana es una prerrogativa a desarrollar, y su propia espontaneidad y originalidad conllevan a que pudieran diferir entre los individuos y las costumbres dentro de la misma comunidad. Los regímenes fomentadores de la igualdad social a través de sistemas despóticos y autoritarios promueven esta ralentización cultural y social en favor de una sobreprotección de la sociedad que mina la espontaneidad y el talento del individuo, empujándolo sordamente a una mediocridad imperante. Esto se hace en aras de una igualación social en favor de redistribuciones de la renta y de la igualdad de oportunidades. Lo cual también es necesario. Pues el talento es aleatorio y es necesario extraerlo y explotarlo. Pero a su vez, el individuo ha de verse liberado para poder desarrollarse y no verse inmiscuido dentro de una masa que profesa una costumbre de pensamiento de la cual es complejo salir si no es a través de un fomento efectivo de la individualidad dentro de una colectividad. Como argumenta el autor, el individualismo y la diversidad hacen que una cierta comunidad pueda alcanzar un desarrollo más acelerado y óptimo, y como ejemplo de ello, hace referencia la obra de Stuart Mill, al continente europeo.
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