La relatividad del tiempo en las sociedades de consumo
La rapidez con la que pasa el tiempo, especialmente en las grandes urbes, es fruto del consumismo de los bienes y servicios dentro de las sociedades de consumo, y más concretamente del aumento de las probabilidades para construir nuevas opciones de vida.
Multitud navideña en Heidelberg, Alemania
Existe una percepción un tanto generalizada respecto de los modos de vida en las sociedades modernas (sociedades de consumo) -sobre todo cuando hablamos de la vida dentro de los grandes núcleos de población- de que ¡el tiempo pasa muy rápido! Apenas tenemos tiempo de darnos cuenta del cómo y del porqué del mismo. No somos conscientes del paso del tiempo en sí, del disfrute del mismo y de su devenir. Aquí, por supuesto, el factor subjetivo es fundamental para atisbar esta relatividad producida en el tiempo.
Muchos de nosotros hemos percibido cuánto cambian los modos de vida en otros núcleos de población mucho más reducidos como en los pueblos. En las zonas rurales la gente suele vivir mucho más tranquila, sin que la manera intrínseca de vivir propio de las grandes ciudades afecte a emociones negativas tales como el estrés, la ansiedad, etcétera. Algo propio del siglo XXI en general. Normalmente, se tiene la percepción que en la vida rural, la vida pasa más despacio, más tranquila. Solemos disfrutar más del tiempo en sí por el hecho de estar más presentes él y no evadirnos tanto de la realidad cuando consumimos.
Esta diferencia en la percepción del tiempo hace que el mismo sea objeto de relativización subjetiva por parte de los individuos debido de las sociedades de consumo. La sociedad de consumo está en el polo opuesto de la denominada vida contemplativa y por supuesto de la conciencia plena como conciencia de ser, estar y sentir el mundo. Tanto en la realidad natural como en la realidad social. El ser consciente del paso del tiempo y del devenir. Pero esto se hace especialmente dificultoso en las sociedades de consumo, las cuales nos sumergen en una realidad de posibilidades y nos apartan de la plena conciencia por el simple hecho de querer consumir un producto o servicio. O mejor dicho, es la concatenación del consumismo lo que hace que nos alejemos de la realidad y que por tanto no seamos conscientes del paso del tiempo.
Einstein, teórico de la relatividad en física
Pongamos el ejemplo de una persona que necesita 1 hora para ir a trabajar y otra hora para volver. Lo cual es bastante poco para los promedios que la mayoría suele necesitar. Pongamos también que esa persona trabaja a tiempo completo, es decir 8 horas diarias. Pongamos también que nuestro individuo va al gimnasio 1h 30min al día y que necesita 30 min para desplazarse al mismo que está al lado del trabajo. Pongamos también que esta persona tiene hijos y cuando llega a casa debe llevarlos y recogerlos de actividades extra escolares como fútbol, música o clases de inglés y que además debe esperar a que éstas terminen. Pongamos que esto suponga 1h más todos los días. Estas serían las actividades mínimas y sistemáticas que realzaría nuestro individuo de lunes a viernes, que serían un total de 13 horas al día a lo cual habría que sumarle situaciones coyunturales como un aumento del tráfico, ir al supermercado, arreglar la casa, etcétera. Si a estas 13 horas le sumamos 8 horas para dormir serían 21 horas, quedando 3 horas para el resto del día, lo cual difícilmente podrá dedicarse al ocio.
Tal ajetreo de vida social diaria produce un consumismo concatenado que conlleva a la pretensión de consumir el siguiente y el siguiente bien o servicio, que a su vez, o realmente es necesario para el poder adquisitivo del individuo o bien se tiene la creencia de que el consumo de uno u otro le reportará un beneficio a corto-medio-largo plazo en su mejora de su calidad de vida. Llegados a este punto deberíamos preguntarnos, ¿realmente es necesario o al menos, imposible de cambiar nuestros modos de vida? ¿Nos beneficia o nos perjudica y en qué medida? ¿Tal pretensión de consumo y supuesto perfeccionamiento mejorará realmente nuestra calidad de vida y aquello que queremos conseguir? ¿Perdemos parte real (plena conciencia) de nuestra vida? ¿Merece la pena? No pretendemos posicionarnos en torno al sí o al no. Simplemente incitar a la reflexión de lo que conllevan las sociedades de consumo y de sus posibles alternativas. Pues el modelo de sociedad ideal como objetivo a alcanzar de la política está muy lejos de conseguir. Miedosamente lejos. Cada vez son más los consumos de antidepresivos prescritos, por ejemplo, o los problemas psicológicos derivados de unos modos de vida que no se asemejan a lo que realmente los seres humanos ansiamos. Lo cual conlleva a una contradicción. Si nuestros modos de vida son contrarios a nuestros deseos de nuestros modos de vida, ¿cuál sería el motivo?
Y es que las sociedades de consumo están relacionadas y por supuesto son hijas del capitalismo industrial. Es decir, a más producción más demanda y viceversa. Con la Revolución Industrial y el desarrollo del liberalismo político y económico las sociedades empezaron a configurarse en torno al consumo. Y este consumo es aún más patente en las grandes urbes. Con el paso del siglo XIX y la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y más si cabe con la desintegración de la URSS, el mercado y la producción están ampliamente aceptados y establecidos por todo el mundo. La materia, esto es, los bienes y servicios, hacen que podamos relacionarnos mejor con la naturaleza y podamos mejorar nuestras calidades de vida.
Pero con unos límites y una conciencia crítica y reflexiva, claro. Porque ¿realmente es así? ¿Realmente estamos o al menos nos dirigimos a una sociedad ideal?
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