Los conocimientos situados. Donna Haraway
La teoría de los conocimientos situados de Donna Haraway es una crítica al conocimiento objetivo y neutral por el cual una persona se posiciona sobre un tema en concreto.

Relativism
Cuando existe un debate sobre algún tema en concreto, en este caso político, la mayoría de nosotros adopta un punto de partida normalmente interesado. Este punto de partida del que partimos para decantarnos sobre una u otra opinión es lo que desarrolla Donna Haraway con su teoría de los conocimientos situados. No partimos desde un conocimiento objetivo y neutral, lo hacemos de acorde a nuestras experiencias de vida, de acorde a la cultura donde nos hemos visto realizados, y a la sociedad donde nos hemos desenvuelto. Todo ello circunscrito dentro de unas coyunturas históricas muy específicas.
Para Haraway, los conocimientos situados comprenden por tanto, cuestiones identitarias sociales como la clase social, el género, la raza, la geografía, etcétera, como elementos que facultan nuestro propio molde de percepción de la realidad social. Es una concepción contra un conocimiento universal y objetivo y en favor de un relativismo epistemológico, del conocimiento. Aunque el relativismo no es nada nuevo. Ya en la antigua Grecia los sofistas se enmarcaban en un contexto democrático donde la dialéctica era fundamental para desenvolverse en la vida práctica democrática. En el caso de los conocimientos situados, Haraway valora y acepta la diversidad de experiencias y contextos geográfico para construir un conocimiento más plural y más completo con una amplia aceptación y por tanto con más probabilidades de acercarse a un conocimiento más objetivo. Que no completo.
Pero como siembre advertimos desde el presente medio de comunicación, el relativismo científico, cultural, social…, tiene sus vertientes positivas y negativas. Si aceptamos que la realidad política que nos rodea es subjetiva y por tanto relativa en todas sus vertientes, hemos de aceptar también que la justicia/injusticia esté al albur de la percepción que dentro de una sociedad y/o cultura se tenga. No es que toda nuestra percepción política ha de verse bajo estándares completamente objetivos, pero al menos, creemos, hemos de aceptar algunos postulados rígidos, algunos cimientos que sí puedan derivar en concepciones más relativas.

Donna Haraway
Por otro lado, el relativismo lo aceptamos dependiendo de nuestro propio interés también. Los conocimientos situados tienen que ver con un valor del que parte el individuo o colectivo para formular su premisa. A modo de ejemplo, para las concepciones ideológicas más enfocadas en el espectro izquierdo -sobre todo en el caso de España- aceptan un relativismo cultural dentro del nacionalismo español donde se reconozcan las diferentes naciones o identidades culturales del país. También se acepta el relativismo de género, concepciones más allá de lo masculino y lo femenino. Pero donde no se acepta el relativismo es en cuanto a la sociedad y la igualdad social. Si el relativismo tiene como premisa la negación de las verdades absolutas, en lo que concierne a la sociedad la izquierda sí cree en una verdad más suprema basada en la igualdad social.
Pero es solo un ejemplo para atisbar que el posicionamiento o no de lo que creemos relativo como de lo que no, es en base a un valor (algo que apreciamos), y es aquí donde entran los conocimientos situados. Dependiendo de nuestra personalidad, situación personal, socialización política, experiencia de vida, etcétera, somos capaces de apreciar más unas cosas que otras. Por tanto, este valor, esta apreciación es lo que determinará nuestro punto de partida en torno a un debate. Por ejemplo, en los actuales conflictos más globalizados como son la Guerra en Ucrania y en Palestina, la mayoría de nosotros partimos de nuestra ideología para posicionarnos. Aquellos que son católicos, nacionalistas de derechas, supremacistas blancos, socialdemócratas, fascistas, comunistas, islamistas, fundamentalistas estadounidenses, etcétera, se posicionarán de una forma diferente y entrarán en el debate con un conocimiento ya prefijado y más que apreciado a lo largo de su existencia de vida.
Por ello, es necesario intentar desprendernos de nuestras propias experiencias para sumergirnos en las experiencias ajenas. Al menos intentarlo claro. Hacerlo a través de una dialéctica respetuosa y atenta de las realidades de los demás y bajo la concepción de empatía. Sí, aquella que utilizaba Adam Smith mediante “el espectador imparcial” para teorizar sobre la correcta conducta moral de un individuo.
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