La protesta en política

por | OPINIÓN

En nuestras sociedades contemporáneas, estamos acostumbrados a recurrir a las manifestaciones o a cualquier otro tipo de protesta cuando no sentimos que nuestro modo de vida se corresponda con una forma justa de vivir.

Manifestación en Roma contra la guerra de Vietnam

Manifestación en Roma contra la guerra de Vietnam

Es decir, cuando creemos que nuestros derechos se están vulnerando, y por tanto, es necesario producir un cambio político a través de una presión ciudadana (la protesta en política). Cuando la clase política y su regulación legislativa, no se corresponde con la percepción que un colectivo -sea del tamaño que sea- tenga en relación al nivel de vida que ostenta, en términos de justicia. Se pueden producir protestas de diversas formas, sobre diferentes motivos y en varios escenarios geográficos y temporales. Pero lo que diferencia una protesta de un movimiento social, es la continuidad en el tiempo, el número percibido de personas implicadas, así como la solidez y la interconexión entre los miembros -de ahí que los movimientos sociales se liguen al Estado-Nación-. También señalar, que los movimientos sociales y/o protestas deben estar al margen de las instituciones, de la clase política dirigente, para poder ser considerado como tal. Cuando tal acción protestataria se organiza con el objetivo de confrontar a la soberanía imperante del Estado, hablamos de revolución.

PROTESTA POLÍTICA

Manifiestación de estudiantes en Grecia. 1967

Los movimientos sociales son típicos de las sociedades contemporáneas a raíz que se van conformando los sujetos políticos nacionales. Es una confrontación entre el Estado moderno y la nación. Las naciones se van conformando poco a poco, teniendo la revolución inglesa de mitad del siglo XVII y las revoluciones francesa y americana de finales del XVIII, como punto de partida. Y son sujetos políticos, donde la ciudadanía se va homogeneizando a nivel político y cultural a través de reivindicaciones al Estado moderno, a un poder centralizado. Tal poder, en forma de Estado moderno, se ha ido conformando con el paso de los siglos desde los siglos XV y XVI, cuando se produjo una crisis del sistema feudal y las monarquías fueron centralizando su poder en un territorio y población determinada, en detrimento del poder de la nobleza. Por otro lado, cuando la nación no está conformada, se pueden producir protestas, motines, disturbios, etcétera., pero no movimientos sociales. ¿Por qué? Porque para ello, se necesita un sujeto homogeneizado reivindicando derechos a un poder centralizado y homogeneizado que represente al mencionado sujeto -la nación-.

He aquí la pugna dicotómica entre Estado moderno y nación, mediante los movimientos sociales. Es decir, unas reivindicaciones dentro del Estado-Nación actual, repartidos por todo el globo terráqueo. Toda la geografía terrestre está dividida en Estados nacionales, cada uno de ellos con sus naciones, sus culturas y tradiciones, y por lo tanto, por sus leyes.

Llegados a este punto, es necesario preguntarse, ¿por qué en unos países existen unos derechos y unas obligaciones, y algunos otros, una legislación completamente diferente? ¿Por qué en unos Estados, la ciudadanía goza de unas libertades más amplias, mientras que en otros la coacción que se ejerce sobre la ciudadanía es más intensa? Dejando de lado los planos culturales -el derecho consuetudinario- y la idiosincrasia en sentido amplio de cada pueblo, lo que parece estar claro es que la ciudadanía ostenta aquello que le permite al Estado. La ciudadanía es un sujeto de presión con capacidad de forzar al Estado a un cambio. Cierto es, que la ciudadanía es muy amplia y querer homogeneizarla es harto controvertido. Pues aunque ésta, sea un sujeto político donde reside la soberanía nacional, existe dentro de ella una confrontación de intereses y demandas que en la mayoría de las ocasiones es difícil de encauzar bajo un objetivo común. Pero de conseguirlo, es el poder más efectivo capaz de producir cambios en la clase política dirigente.

PROTESTA POLÍTICA

Revolución en Alemania después de la IGM. 1918

Existe la concepción bien intencionada, además de la deriva típica del buenismo político, por el cual se argumenta que la violencia nunca está justificada. Solo hay que hacer un pequeño repaso no solo de la historia pasada sino del presente, para poder atisbar sin capacidades perspicaces, que la defensa de las libertades y de los modos dignos de vida ampliamente aceptados a día de hoy, son resultado de una violencia de tal magnitud que nuestro inconsciente a bien tiene olvidarlo por nuestro propio bienestar.  El hecho de poder gozar de unos estándares de vida “dignos” -sea eso lo que sea- tiene que ver con la presión ejercida sobre aquellos que nos gobiernan. Porque como dijo Antonio Gramsci, famoso pensador italiano de principios del XX, la cultura de la clase dominante es la cultura de la clase dominada. Y la historia nos demuestra que la clase dirigente siempre ha querido vivir a costa de aquellos sobre los que se ejerce el poder.

Porque los recursos son limitados. Y a más desigualdad, más riqueza para algunos y más pobreza para otros. Por eso, desde la conformación de las naciones y de su pujanza para ampliar el sufragio y convertirlo en universal, los Estados democráticos gozan de más redistribución y fiscalización entre la clase política dirigente y los ciudadanos.

Por último, es obligado hacer una breve mención y reflexión en torno a la dimensión que actualmente adquieren los movimientos sociales. Pues, si éstos están ligados al Estado-Nación, ¿qué es lo que ocurre cuando las fronteras nacionales se van difuminando, y ni la nación ni el Estado están claramente delimitados? Pensemos en la Unión Europea. Pensemos también que vivimos en un mundo globalizado donde las demandas y las concesiones también se globalizan. Pero, ¿y esto por qué ocurre? Tiene que ver con los valores culturales aceptados dentro de una comunidad política. A más Estados con los mismos valores políticos, sociales, económicos, más confederación entre Estados y homogeneización política. Y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ayudan a la mencionada propagación.

En el caso de la Unión Europea, podemos decir que es el caso de regionalismo, de cooperación interestatal y homogeneización político-cultural más completo que existe. No es descabellado pensar que en un futuro no muy lejano, los Estados europeos soberanos cedan toda su soberanía a un Estado confederado europeo de donde deriven los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y por ende, los movimientos sociales se dirijan, en tal caso, a una clase dirigente europea.