¿Qué está ocurriendo en Sudán?

por | ACTUALIDAD

La situación actual en Sudán no es simplemente una crisis humanitaria más; es el colapso de un Estado, la implosión de una nación devorada por sus propias contradicciones internas y el trágico desenlace de una revolución traicionada.

Sudaníes protestando en Londres contra la guerra civil en Sudán. 2023

Sudaníes protestando en Londres contra la guerra civil en Sudán. 2023

Lo que hoy se reporta como una brutal guerra civil entre dos facciones militares —las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF), lideradas por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un poderoso grupo paramilitar comandado por el general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como «Hemedti»— no es un conflicto que surgiera de la nada en abril de 2023. Es la última y más sangrienta erupción de un volcán que lleva gestándose más de un siglo, cuyas raíces se hunden en la misma fundación del Sudán moderno.

Para entender las horribles muertes y el desplazamiento masivo que asolan Jartum, Darfur y otras regiones, no basta con mirar a los dos generales que se disputan el poder. Debemos desentrañar la compleja madeja de la historia sudanesa: un legado de divisiones coloniales, décadas de gobierno militar extractivo, guerras civiles crónicas y una profunda fractura entre el «centro» político-económico y las periferias marginadas.

La forja de un Estado inestable: el legado colonial en Sudán

La tragedia del Sudán contemporáneo comienza con su creación artificial. El «Sudán Anglo-Egipcio» (1899-1956) no fue diseñado como una nación coherente, sino como un territorio administrativo al servicio de los intereses británicos. Los colonizadores implementaron una política de «divide y vencerás» con una eficacia devastadora. La infame «Política del Sur» (Southern Policy) de 1930 formalizó una división que ya existía de facto: el Norte, predominantemente musulmán y de habla árabe, fue administrado de forma separada del Sur, habitado por pueblos africanos, mayoritariamente animistas y cristianos. A los sureños se les prohibió hablar árabe o vestir al estilo norteño, y los misioneros cristianos recibieron carta blanca para «civilizar» la región, creando una barrera cultural y educativa deliberada.

Cuando llegó la independencia en 1956, el poder no fue transferido a una entidad unificada, sino a la élite norteña arabizada de Jartum, que había colaborado con los británicos. El Sur, deliberadamente subdesarrollado y excluido de las negociaciones de independencia, fue tratado no como un socio, sino como un territorio a heredar. Esta «sudanización» fue, en la práctica, una «norteñización». El resultado fue inmediato: apenas un año antes de la independencia formal, en 1955, estalló la primera guerra civil sudanesa. La desconfianza fundamental entre el centro de Jartum y la periferia sur se convirtió en el pecado original del nuevo Estado, un conflicto de identidad y recursos que definiría al país durante el resto de su existencia.

Las guerras civiles que definieron a Sudán

La historia post-independencia de Sudán es una historia de guerra, interrumpida por breves y frágiles treguas. La Primera Guerra Civil (1955-1972) fue un brutal conflicto de 17 años entre el gobierno de Jartum y los rebeldes del sur (conocidos como Anya-Nya), que luchaban contra la marginación y la imposición de una identidad árabe-islámica. El Acuerdo de Addis Abeba de 1972 concedió al sur una autonomía regional y pareció ofrecer una solución. Sin embargo, esta paz se rompió por las dos fuerzas que siempre han movido los hilos en Jartum: la religión y los recursos. El descubrimiento de petróleo en el sur a finales de los 70 y la decisión del entonces dictador Gaafar Nimeiry, en 1983, de imponer la ley Sharia (ley islámica) en todo el país, incluido el sur no musulmán, fue la chispa que reavivó el infierno.

La Segunda Guerra Civil (1983-2005) fue apocalíptica. El Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA), liderado por el carismático John Garang (líder del Sur), se alzó en armas. A diferencia de los primeros rebeldes, Garang no buscaba (al menos inicialmente) la secesión, sino un «Nuevo Sudán»: un Estado secular, democrático y unificado que respetara su diversidad. La guerra duró 22 años y dejó un saldo aterrador: más de dos millones de muertos y cuatro millones de desplazados. Fue un conflicto total que utilizó el hambre como arma de guerra y afianzó el poder del estamento militar en Jartum, que se nutría de la guerra para mantener su control económico y político. Esta guerra consolidó el modelo de un Estado central que gobierna sus periferias mediante la violencia extrema. El conflicto concluyó con un acuerdo de paz que otorgó autonomía al sur durante seis años, seguida de un referéndum de independencia, que finalmente condujo a la creación de Sudán del Sur como nación soberana en 2011. El propio Garang se convirtió en el primer vicepresidente de Sudán como parte del acuerdo de paz, poco antes de morir en un accidente de helicóptero.

El ascenso de Bashir y la herida de Darfur

En medio de esta segunda guerra civil, un golpe de Estado en 1989 llevó al poder a Omar al-Bashir, apoyado por el ideólogo islamista Hassan al-Turabi. El régimen de Bashir no solo intensificó la guerra en el sur, sino que exportó su modelo de contrainsurgencia a otra región marginada: Darfur. En 2003, cuando grupos rebeldes no árabes (como los Fur, Masalit y Zaghawa) en Darfur se levantaron contra la misma marginación económica y política que sufría el sur, la respuesta de Bashir fue genocida. Incapaz o reacio a utilizar su propio ejército (SAF), Bashir subcontrató la violencia. Movilizó y armó a milicias árabes nómadas, conocidas infamemente como los Janjaweed (RSF) («demonios a caballo»).

Dr. John Garang, líder de Sudán del Sur

Dr. John Garang, líder de Sudán del Sur

Aquí es donde nace el monstruo que hoy devora Sudán. El líder más notorio de estos Janjaweed era un joven comandante llamado Mohamed Hamdan Dagalo, «Hemedti». Bashir utilizó a Hemedti y sus milicias para llevar a cabo una campaña de tierra quemada, masacres y violaciones sistemáticas que llevó a la Corte Penal Internacional a acusar a Bashir de genocidio. Lejos de ser castigado, Hemedti fue recompensado. Para asegurar su lealtad y crear un contrapeso al ejército regular (del que Bashir siempre desconfió), en 2013 legalizó a los Janjaweed, convirtiéndolos en las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Hemedti pasó de ser un líder miliciano a un general al mando de una fuerza paramilitar financiada por el Estado, pero que solo le respondía a él y a Bashir. Se le entregó, además, el control de las minas de oro de Darfur, dándole una inmensa riqueza personal e independencia financiera.

De la esperanza de la Revolución a la fractura actual en Sudán

El régimen de Bashir, debilitado por la secesión de Sudán del Sur en 2011 (resultado directo de la segunda guerra civil, que le costó al país el 75% de sus ingresos petroleros) y ahogado por las sanciones, finalmente se enfrentó a su pueblo. En diciembre de 2018, una revolución popular, pacífica y masiva, liderada por jóvenes y mujeres, exigió pan, libertad y justicia. En abril de 2019, la revolución triunfó… a medias. Omar al-Bashir fue derrocado, pero quienes dieron el golpe de gracia no fueron los manifestantes, sino sus propios generales: el jefe del ejército, Abdel Fattah al-Burhan (SAF), y el jefe paramilitar, Hemedti (RSF).

Se formó un frágil gobierno de transición, un pacto incómodo entre los civiles que hicieron la revolución y los dos militares que la secuestraron. Burhan y Hemedti, antes rivales por el favor de Bashir, se convirtieron en aliados de conveniencia. Juntos, presidieron la masacre del sentada de Jartum en junio de 2019, ahogando en sangre las protestas pacíficas. Y juntos, en octubre de 2021, dieron otro golpe de Estado, disolviendo el gobierno civil y tomando el control total.

El estallido: ¿por qué combaten hoy el ejército y las RSF en Sudán?

La guerra actual, que estalló el 15 de abril de 2023, es la culminación de esta rivalidad (recordemos que Sudán del Sur ahora es un país independiente). El detonante formal fue el desacuerdo sobre la integración de las RSF en el ejército regular (SAF). Este era un punto clave del acuerdo marco para devolver el poder a los civiles. Para Burhan y el SAF (el estamento militar tradicional, apoyado por los restos del régimen de Bashir y por potencias como Egipto), la integración significaba disolver la estructura de mando autónoma de Hemedti y reafirmar el monopolio de la violencia del ejército. Para Hemedti, la integración significaba su fin. Perdería el mando de sus 100.000 tropas leales, su vasto imperio económico basado en el oro (que exportaba a través de aliados como los Emiratos Árabes Unidos y el grupo mercenario ruso Wagner) y, crucialmente, su inmunidad legal por los crímenes cometidos en Darfur y Jartum. Hemedti se negó a ser absorbido. Burhan se negó a tolerar un ejército paralelo. El resultado fue una guerra por el control del Estado.

A nivel internacional, la respuesta ha sido deplorable. La guerra civil en Sudán se ha convertido en una guerra de poder regional. Hemedti y sus RSF reciben apoyo logístico y armas de los Emiratos Árabes Unidos y la cobertura del Grupo Wagner, interesados en el oro de Darfur. Burhan y el SAF son apoyados por Egipto, que teme un Estado fallido en su frontera sur. Las conversaciones de paz, como las de Yeda, han fracasado repetidamente porque ninguna de las partes cree que puede perder militarmente y, francamente, la comunidad internacional no ha ejercido la presión necesaria para detenerlas.

Bibliografía Académica

  • De Waal, Alex. (2015). The Real Politics of the Horn of Africa: Money, War and the Business of Power. Polity Press. (Considerado una de las principales autoridades en la región, De Waal también escribe extensamente sobre el conflicto actual en su blog de la World Peace Foundation).
  • Johnson, Douglas H. (2016). The Root Causes of Sudan’s Civil Wars: Peace or Truce. James Currey. (Una obra esencial para entender los orígenes de los conflictos Norte-Sur).
  • Prunier, Gérard. (2007). Darfur: The Ambiguous Genocide. Cornell University Press. (El análisis de referencia sobre el conflicto de Darfur y el ascenso de los Janjaweed).
  • Collins, Robert O. (2008). A History of Modern Sudan. Cambridge University Press. (Una visión histórica general de la trayectoria del Estado sudanés).
  • Flint, Julie, y De Waal, Alex. (2008). Darfur: A New History of a Long War. Zed Books. (Una mirada detallada a las dinámicas locales del conflicto de Darfur).
  • Informes del International Crisis Group (ICG). (Continuo). El ICG proporciona análisis regulares y detallados sobre la dinámica política y de conflicto actual, incluidos los perfiles de los actores clave como Burhan y Hemedti.
  • Publicaciones del Rift Valley Institute (RVI). (Continuo). Ofrece investigaciones de campo cruciales y análisis profundos sobre las dinámicas locales en Sudán y Sudán del Sur.