La libertad, según John Stuart Mill – Parte 2

por | PENSAMIENTO POLÍTICO

Los límites que debe suponerse en la relación entre una sociedad, y dentro de ésta, entre individuos, es otro de los apartados a los que Stuart Mill dedica especial atención.

Estatua de John Stuart Mill en Londres

Estatua de John Stuart Mill en Londres

La libertad dentro de un Estado de naturaleza donde el individuo se encontrase solo sin relación ninguna con ningún otro ser de su especie, sería total y absoluta, sin estar sujeta a ningún tipo de limitación. Pero, cuando el individuo debe rendir cuentas de su conducta a terceros debido a que la suya propia podría constituir objeto de privación de libertad de los demás, la libertad en su conjunto entendida como la libertad común, debe prevalecer sobre la libertad individual, y la libertad de cada individuo termina donde comienza la de otros. Ya que no podríamos hablar del concepto de libertad dentro de una sociedad si ésta solo fuera otorgada a un grupo de personas y no a otras. Por ello Mill argumenta, que tan pronto y la conducta de una persona perjudique a los intereses de otras, la sociedad tiene propia jurisdicción sobre la libertad del individuo, prevaleciendo siempre el interés general a menos que dicha conducta no afecte o no lo haga necesariamente.

En cuanto a la libre condición de la libertad que debe poseer un individuo sin injerencias de la sociedad en sí, nadie más competente que el individuo para sentir, objetar, que es lo que mejor le conviene, pues que colectividad cuyos intereses difieren del propio individuo. Si bien es cierto, que la colectividad imperante es quien decide qué es lo mejor y lo peor para ella misma, si la conducta del individuo no afecta directamente a ésta, él mismo es quien debe procurarse qué es lo que realmente satisface o no su propio desarrollo del bienestar, pues de lo contrario estaríamos dejando que una sociedad decidiera sobre aquello de lo que no posee información. El capitalismo, es visto como un chivo expiatorio, en lo que al materialismo se refiere, por aquellos enemigos del progreso a manos del mercado. Vivimos en una sociedad donde el materialismo ha encauzado la vía para una posible consecución de la felicidad. ¿Quién, por lo tanto, por mucha disparidad de opinión que se posea, puede reprochar a terceros que ésta no es la vía para la felicidad, y que la mejor opción es la propiamente defendida? Si se aceptara que hubiese un sujeto poseedor al respecto, deberíamos admitir que existe un dogma de la realidad y de la configuración de la sociedad. Stuart Mill señala que, el límite propiamente dicho entre la libertad del individuo y de la sociedad estaría en la existencia de “un perjuicio definido o un riesgo definido de perjuicio” por lo cual se sustrae del terreno de la libertad y entra a formar parte del de la moralidad o de la ley. Los perjuicios propios entran dentro de la propia libertad personal de donde nadie debe entrar. Es decir, no se le puede decir a nadie como tiene que vivir o cual es el camino hacia la tan ansiada felicidad.

Stuart Mill

Stuart Mill

Para ello, las aplicaciones que propone el autor a modo de reflexión sobre lo anteriormente expuesto, indica que en este caso la sociedad solo podrá utilizar el consejo, la instrucción, la persuasión, o el propio aislamiento de la persona en cuestión. En los casos en que la conducta individual sí contenga un perjuicio para con los demás, la sociedad entra con su jurisdicción por medio del castigo legal o social. Y como excepción a ello subraya la utilidad, y en concreto, el comercio y su mera libertad de cambio, tan imperante hoy día en el neoliberalismo, que, a su vez, restringe esta libertad cuando pueda vulnerar los intereses de la sociedad a través del fraude de adulteración y prevención sanitario y riesgos laborales, entre otros, también derivado de la utilidad para la propia sociedad. Una muestra de que el liberalismo ha evolucionado, hacia una socialdemocracia de que muchos tildan de un sistema que atenta directamente contra la libertad individual.

El tema tratado es de amplísima complejidad y diversidad, por lo que, tratar de incidir completamente, supondría una argumentación mucho más amplia, incluso por parte del propio autor. Lo que sí se desgrana del propio texto y que podemos observar en las sociedades modernas es la fuerte intervención del Estado para procurar y garantizar la libertad individual y general (libertad positiva). Una intervención que debe estar vigilante y ser sólida para que en nombre de la libertad nadie ni nada pueda coaccionar la libertad de los demás. Una intervención que por muy directa que deba ser, nunca deberá sobrepasar los límites ampliamente aceptados en relación a la limitación de libertades. Así pues, en palabras del propio Mill, el valor de un Estado es el de los individuos que lo componen y debe garantizar su expansión y elevación mental de los mismos y no tanto a una burocracia más perfectamente administrada, dando garantías para no caer en individuos dóciles, aunque sea utilitariamente para fines beneficiosos.