El Baazismo
La génesis del Baazismo se encuentra profundamente arraigada en las dinámicas postcoloniales de la región, un tiempo en el que los países árabes intentaban recuperar su soberanía y construir un futuro autónomo tras décadas de dominación europea. La necesidad de una ideología que conciliara las aspiraciones nacionalistas con un proyecto de modernización fue esencial para el surgimiento de esta corriente.

Bashar al-Asad padre e hijo
A mediados del siglo XX, el mundo árabe se encontraba fracturado y dividido, tanto por fronteras artificiales trazadas por las potencias coloniales como por la falta de un liderazgo unificador. En este escenario emergieron las ideas de Michel Aflaq y Salah al-Din al-Bitar, dos figuras fundamentales en la articulación del pensamiento baazista. Ambos provenían de Siria y compartían una visión de una gran patria árabe unificada que abrazara tanto su herencia histórica como las exigencias del progreso moderno. Inspirados por la filosofía occidental, en particular por el idealismo alemán y el socialismo, estos autores combinaron elementos del nacionalismo árabe con un proyecto de justicia social y desarrollo económico.
El baazismo, cuyo término proviene de la palabra árabe Ba’ath, que significa «resurrección» o «renacimiento», se proponía como una ideología destinada a revitalizar al mundo árabe. Su objetivo primordial era superar los retos impuestos por el colonialismo, el imperialismo y la fragmentación política, para construir una nación árabe unida bajo un modelo de modernidad que no sacrificara su identidad cultural. Michel Aflaq, en particular, insistía en la necesidad de conectar el pasado glorioso de la civilización árabe con un futuro próspero. Según su visión, el islam no debía ser visto exclusivamente como una religión, sino como una fuerza cultural que había moldeado profundamente la identidad árabe. Este enfoque permitía integrar a sectores religiosos y laicos dentro del mismo proyecto político.
La ideología baazista se fundamentaba en tres pilares esenciales: unidad, libertad y socialismo. La unidad hacía referencia a la unificación de todos los países árabes en un solo estado-nación, superando las divisiones políticas heredadas del colonialismo. La libertad implicaba tanto la emancipación de las potencias extranjeras como el establecimiento de sistemas políticos libres de opresión interna. Por último, el socialismo en el baazismo no era estrictamente marxista, sino una adaptación que buscaba la redistribución equitativa de la riqueza y el desarrollo económico, manteniendo, al mismo tiempo, un profundo respeto por las tradiciones culturales y religiosas árabes.
El baazismo adquirió forma institucional con la fundación del Partido Baaz Árabe Socialista en 1947 en Damasco. Esta organización se convirtió en el vehículo principal para difundir y aplicar las ideas de Aflaq y al-Bitar. Sin embargo, el partido no tardó en enfrentar desafíos internos y externos que reflejaban las tensiones inherentes a su proyecto. Por un lado, la unificación de los países árabes resultó ser un objetivo extremadamente complejo, ya que implicaba superar diferencias nacionales, religiosas y políticas profundamente arraigadas. Por otro, la relación entre el socialismo y la tradición generó debates sobre la forma en que debía implementarse el desarrollo económico sin alienar a las bases conservadoras.

Sadam Hussein, 1980 Irak
A medida que el baazismo se extendía por el mundo árabe, adquirió características específicas en los países donde logró mayor influencia, particularmente en Siria e Irak. En estos contextos, la ideología se transformó en una herramienta de control político, utilizada por líderes como Hafez al-Assad y Saddam Hussein para consolidar su poder. En Siria, bajo Assad, el baazismo se combinó con un fuerte aparato autoritario que aseguraba la estabilidad del régimen, pero a costa de la represión política. En Irak, Saddam Hussein utilizó el baazismo como justificación para una serie de políticas expansionistas y represivas que marcaron su gobierno. En ambos casos, las promesas iniciales de unidad, libertad y socialismo quedaron eclipsadas por el pragmatismo político y el interés personal.
Esta deriva autoritaria plantea una reflexión crítica sobre la evolución del baazismo. Mientras que sus fundamentos teóricos abogaban por la justicia social y la emancipación, en la práctica se convirtió en un vehículo para el personalismo y el autoritarismo. Este desajuste entre teoría y práctica invita a considerar hasta qué punto las ideologías políticas pueden mantenerse fieles a sus principios en contextos de poder real. El caso del baazismo sugiere que las tensiones internas y las presiones externas pueden desvirtuar incluso los proyectos más idealistas.
Es importante destacar que el baazismo no fue simplemente una ideología estática, sino un marco que evolucionó y se adaptó a las circunstancias cambiantes. Por ejemplo, en el contexto de la Guerra Fría, tanto Siria como Irak, aunque gobernados por regímenes baazistas, se alinearon con potencias internacionales en función de sus intereses estratégicos. Siria, bajo el liderazgo de Hafez al-Assad, estableció relaciones cercanas con la Unión Soviética, mientras que el Irak de Saddam Hussein alternó entre el apoyo occidental y soviético dependiendo de las dinámicas regionales. Esta capacidad de adaptación, aunque pragmática, también contribuyó a la erosión de los principios originales del baazismo.
En el presente, el baazismo ha perdido gran parte de su relevancia como ideología unificadora en el mundo árabe. Sin embargo, sus legados, tanto positivos como negativos, siguen siendo evidentes. Por un lado, su énfasis en la identidad árabe y la soberanía nacional continúa resonando en algunos sectores, especialmente en un contexto global donde el mundo árabe sigue enfrentando desafíos de intervención extranjera y fragmentación interna. Por otro, las asociaciones con los regímenes autoritarios de Siria e Irak han ensombrecido la percepción de la ideología, dificultando su recuperación como un proyecto político viable.
Además, las tensiones internas entre las facciones baazistas de Siria e Irak también jugaron un papel clave en la debilitación de la ideología. Aunque ambos países compartían una adhesión formal al baazismo, sus líderes promovieron interpretaciones divergentes que acentuaron las divisiones en lugar de promover la unidad. Esto resalta una paradoja central del baazismo: mientras proclamaba la unidad árabe como un objetivo primordial, en la práctica, sus aplicaciones nacionales a menudo exacerbaron las divisiones dentro del mundo árabe.
Hoy en día, con la disminución de los regímenes que abanderan el baazismo, se presenta una oportunidad para reevaluar sus principios fundacionales. ¿Podrían sus ideales de unidad y justicia social ser rescatados y reinterpretados en un contexto contemporáneo? ¿O son irreconciliables con las realidades políticas actuales? Estas preguntas subrayan la complejidad y relevancia del baazismo como un fenómeno histórico y político que sigue ofreciendo claves para entender los desafíos del mundo árabe en el siglo XXI.
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